Miguel Ángel Zapata Camacho es licenciado en biología por la Universidad de Sevilla. Máster del profesorado. Es profesor de Biología y Geología en el IES García Morato de Madrid.
Los tiempos cambian, las sociedades cambian y las leyes educativas intentan adaptarse a dichos cambios. Como decía el célebre Charles Darwin, “no son las especies más fuertes ni inteligentes las que sobreviven, sino las que mejor se adaptan al cambio”. Será por ello por lo que nuestras leyes educativas duran tan poco.
Con la Ley Orgánica de Modificación de la LOE (LOMLOE) han desaparecido los estándares de aprendizaje. En ellos se recogían los principales conceptos que había que evaluar en el alumnado. Ahora ya no son tan importantes esos conceptos, sino las competencias clave. Expresado concisamente, se intenta quitar valor a los contenidos a favor de la habilidad para afrontar los nuevos retos globales y locales de nuestra sociedad a través de contenidos y habilidades adquiridas en cada asignatura. La memorización, según critican algunos, pasa a un segundo plano, pero si definimos la memoria como una capacidad de almacenar la información y recuperarla para un futuro, realmente con esta ley no se desprestigia la capacidad de memorización, ya que no hay mejor forma de memorizar algo que aprendiendo los conceptos para una situación que nos podemos encontrar en la vida real. Surgen así las situaciones de aprendizaje, un palabro nuevo para que el profesor esté obligado a diseñar esas situaciones que conecten los contenidos a la vida cotidiana. Si antes en el temario de Biología había que enseñar el aparato respiratorio, ahora, con la nueva situación de aprendizaje, el tema podría llamarse “Cómo evitar contagiarte de covid-19”, y con ese pretexto podríamos enseñar los contenidos pertinentes. Quizás nuestros alumnos salgan de la ESO mejor instruidos para saber qué hacer ante situaciones cotidianas, pero habiendo ahondado menos en los conceptos, sobre todo en aquellos que se han eliminado por resultar poco “prácticos”.
Imaginemos por tanto que alumnos que cursan tercero de la ESO en la actualidad estarán mejor preparados para evitar una pandemia futura como la vivida con el coronavirus, o serán más capaces de elaborar dietas saludables para impedir el creciente incremento de obesidad infantil en España. Toda esta hipotética situación sería beneficiosa para el alumnado y podría alcanzarse si las leyes estuvieran consensuadas y bien planeadas y si no mutaran tan rápido como algunas cepas víricas. Como resultado de la ausencia de planificación, los contenidos de nutrición han pasado de 3.º a 1.º de la ESO y los alumnos que hoy cursan 1.º y 2.º jamás sabrán de esos contenidos cuando lleguen a 3.º. Resultado de la improvisación, las horas de Biología pasan de tres a dos en 3.º de la ESO: parece que no caer en las drogas, no contagiarse de una ETS o evitar un infarto de mayor ya no constituyen situaciones cotidianas que ocurren a nivel local y global, y que los alumnos deban aprender. Estos son solo algunos de los errores cometidos por la ley en la asignatura que imparto, pero me consta que en las otras ocurren situaciones parecidas.
Puede que esta ley tenga sus aciertos (como también los tenían las anteriores), pero también tiene sus errores, y algunos son muy graves. Las sociedades cambian (no queda claro si evolucionan) y hay que adaptar las leyes educativas a los nuevos tiempos, pero debemos considerar siempre dos aspectos: la forma de enseñar no debería estar supeditada a pensamientos políticos, sino regida por expertos en las distintas áreas de la pedagogía y psicología; las leyes educativas deberían elaborarse con precaución, consenso, planificación y tiempo. La evolución siempre ha conllevado tiempo, tiempo necesario para que el profesorado se pueda adaptar a dichos cambios y no entre en pánico al verse obligado a rehacer todas sus programaciones cada pocos años, tiempo para que el alumnado no sufra las consecuencias del devenir de las leyes, e incluso tiempo para ver el resultado de la ley anterior y evaluar si es necesario modificarla.
Opinión: Miguel Ángel Zapata Camacho es licenciado en biología por la Universidad de Sevilla. Máster del profesorado. Es profesor de Biología y Geología en el IES García Morato de Madrid.