Los teléfonos móviles y las redes sociales forman parte de la vida cotidiana de chicos y chicas. Datos recientes del Instituto Nacional de Estadística así lo indican: casi el 100 % de los menores de 16 años utiliza internet a diario y más del 95 % tiene un teléfono móvil.
El contexto digital se ha convertido en un escenario clave en el que chicos y chicas se relacionan con sus parejas. El uso de estos dispositivos tiene efectos positivos: les permite sentirse conectados y compartir momentos de ocio e intimidad. Sin embargo, estudios internacionales y nacionales también confirman que las tecnologías se utilizan para coaccionar y agredir a la pareja.
El control y los comportamientos intrusivos son las agresiones más frecuentes en las parejas adolescentes. Chicos y chicas afirman que pueden llegar a ser muy insistentes con sus parejas, acosándoles con gran cantidad de llamadas, mensajes o monitorizando qué hacen y con quién en redes sociales.
Las agresiones verbales, la difusión de rumores y las agresiones sexuales (presionar a la pareja para que envíe imágenes íntimas o reenviar estas a terceras personas) también están presentes, aunque con menos frecuencia.
¿Qué se percibe como agresión?
¿Consideran los jóvenes receptores de este tipo de conductas a través de internet que están siendo objeto de agresiones? Investigadoras de la Universidad de Sevilla y la Universidad Loyola Andalucía hemos tratado de responder a esta pregunta. Para ello, creamos conversaciones ficticias de WhatsApp que después mostramos a adolescentes.
Estas conversaciones reflejaban las formas de agresión más frecuentes entre parejas: control de la actividad en línea, agresión verbal y acoso sexual. Además, algunas de estas situaciones ocurrían en un chat privado, mientras que otras sucedían en grupos de WhatsApp. Tras visionar las conversaciones, les preguntamos su opinión sobre las mismas.
El estudio ha demostrado que los adolescentes no siempre perciben las agresiones en internet como tales. Su interpretación depende del tipo de conducta, del contexto en el que ocurren (en privado o en un grupo) y de otros factores como el género y su tendencia a justificar la violencia.
Cuando controlar se normaliza
De los tipos de violencia en internet analizados, las conductas de control se valoran como menos graves que las agresiones verbales y las sexuales. Esto indica que el control está más normalizado en población adolescente que otras agresiones.
Una posible explicación la encontramos en el significado que ellos y ellas atribuyen a estas conductas, que son valoradas por muchos jóvenes como muestras de cuidado y preocupación por la relación, ideas muy vinculadas a los mitos del amor romántico.
El plano público de la agresión
La audiencia tiene un papel clave en la valoración que los adolescentes hacen de las agresiones en línea, pues amplifica el impacto de la experiencia de victimización.
Las agresiones públicas son valoradas como más graves que las privadas, aunque también confiesan que ocurren con menor frecuencia. Existe una mayor aceptación de los insultos y el control a la pareja cuando ocurren en privado, mientras que si suceden delante de otras personas son consideradas un signo de alerta.
Sin embargo, las agresiones sexuales públicas y privadas son percibidas como igual de graves, lo que indica que cualquier agresión sexual supone para ellos y ellas una “traición” a la intimidad y a la voluntad de decidir sobre la propia sexualidad.
Chicos y chicas interpretan de forma distinta
Las chicas están más sensibilizadas y son más conscientes de las agresiones que ocurren a su alrededor, especialmente las públicas. Este resultado es esperable si tenemos en cuenta que en ellas las consecuencias son mayores: se sienten más molestas y manifiestan más problemas físicos y psicológicos que los chicos.
La desconexión moral: factor clave
Un último factor directamente relacionado con la valoración que chicos y chicas hacen de la agresión en internet es la desconexión moral. Este constructo, definido por Albert Bandura en su Teoría de la Acción Moral, describe los mecanismos cognitivos que utilizamos para justificar la violencia. Son procesos que reducen el impacto emocional de la agresión y favorecen el distanciamiento con las víctimas.
Culparlas de lo que les sucede, desplazar la responsabilidad de la agresión a otras personas o minimizar las consecuencias de la violencia son algunos de los mecanismos de desconexión moral que chicos y chicas utilizan para justificar fenómenos como el acoso o el ciberacoso. En este estudio hemos comprobado esta misma relación: quienes utilizan más la desconexión moral atribuyen menos gravedad a las agresiones, y perpetúan la violencia en estas primeras relaciones.
La normalización de la agresión pone en riesgo a chicos y chicas: dificulta que abandonen una relación violenta y anestesia a quienes presencian la agresión. El riesgo aumenta en los chicos, para el control en el ámbito privado de la relación, y entre quienes justifican más la violencia. Entender estos factores es esencial para diseñar propuestas de intervención que promuevan las relaciones sentimentales saludables.
Virginia Sánchez Jiménez, Profesora Titular de Universidad. Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación. Universidad de Sevilla, Universidad de Sevilla; María Luisa Rodríguez de Arriba, Investigadora predoctoral. Departamento de Psicología Evolutiva y de la Educación. Universidad de Sevilla, Universidad de Sevilla y Noelia Muñoz-Fernández, Profesora Contratada doctora en el Departamento de Psicología de la Universidad Loyola Andalucía, Sevilla, Universidad Loyola Andalucía
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.