Inspección en tiempos de confinamiento. El miedo al confinamiento y el confinamiento del miedo: el túnel se acaba en ti
Susana Sorribes Membrado
Doctora en Psicología
Inspectora de Educación en la CV
Profesora Asociada de la UJI
Profesora Asociada de la UNED
En Psicología Evolutiva se dice que los niños cuando nacen solo cuentan con los miedos que vienen de serie: 1.- a los ruidos intensos y 2.- a caer desde altura. El miedo a los ruidos porque son demasiados intensos para el sensible sistema auditivo y el miedo a las alturas, porque es una defensa para la supervivencia y una precaución, en ambos ocasionan en él, el reflejo innato de Moro, abriendo los brazos y cerrándolos sobre el pecho para protegerse. La experiencia del miedo a la caída ha sido estudiada en Psicología, los bebes solo superan la prueba del abismo ficticio cuando ven al otro lado, a su madre, que les llama y les da confianza para cruzar el precipicio de un suelo de cristal. Así, por un lado, estarían los miedos innatos, pero por otro, los miedos adquiridos, aquellos que se aprenden a lo largo de la vida, y que aparecen por una experiencia generando que un estímulo se vuelva aversivo o atemorizante.
El miedo es una emoción desagradable, provocada por sentir que acecha un peligro, real o ficticio, presente, futuro o incluso del pasado. La Real Academia de la Lengua (RAE) define el miedo indicando: “angustia por un riesgo o daño real o imaginario” y “recelo o aprensión que alguien tiene de que le suceda algo contrario a lo que desea”. No olvidemos que el miedo esta en nuestra filogenia y nos protege, nos ayuda a subsistir, pero tampoco olvidemos que podemos superarlo con confianza y a través de nuestra experiencia, sino es capaz de bloquearnos y no dejar que nos adaptemos y aceptemos la realidad.
Tenemos muchos miedos aprendidos, como indica la conferenciante y escritora argentina Mabel Katz, recientemente en @mabelkatz en IG. El miedo es algo que nos acompaña, a veces nos hace su prisionero. Tenemos miedo a lo desconocido, al rechazo, al fracaso, a vivir, pero también a la muerte, a la soledad, al abandono y sobre todo a la incertidumbre. Tiene miedo quien cree que esta solo o sola, que nadie le acompaña. La escritora defiende que solamente la creencia en uno mismo, en lo que uno es, en lo que le hace único y el reconocimiento que la energía rige el pensamiento permitirá que actuemos conscientemente y sin miedos.
Los miedos no son nuevos ya estaban en nuestra niñez, hay que convivir con ellos, describirlos para rendirlos, afrontarlos, abordarlos y aceptarlos porque nos protegen, pero no deben anularnos, deben hacernos crecer como personas no hacernos más pequeños. La incertidumbre es una ley del universo, otros le llamaron tender al “caos vs orden”, porque no podemos predecir el futuro, todo depende de lo preparados que estemos para asimilarlo, porque solo es cierto el presente. Es en este presente (no en el futuro, ni el pasado) en el que tenemos miedo, es en este presente en el que sentimos anhelo o angustia, así que solo nosotros podemos con nuestra energía (actitud, pensamientos) cambiar el presente, este si depende de nosotros.
Ahora sabemos que vamos a estar hasta el 9 de mayo confinados, y tras 34 días sin salir de casa, ayer me armé de valor y salí para comprar el pan. ¿Por qué he tardado tanto en salir a la calle? Tenía miedo, un miedo con dos caras. Miedo al confinamiento y el confinamiento del miedo. Si cuando esto comenzó, un miedo defensivo fue protegerse, y nos quedamos en casa, (#quedateencasa) por el bien común pero también el propio, dado que algunos somos grupo de riesgo, ahora, conforme han ido pasando las semanas, el miedo nos ha controlado a través de las Actualidad, el numero de fallecidos, las experiencias de contagio de familiares y amigos, las experiencias de otros países, la evolución de la enfermedad, la falta de protección a nuestros sanitarios, un sin fin de cosas que nos hizo pasar de un miedo protector a un miedo centrado en la angustia y la incertidumbre. Es evidente que esta situación excepcional nunca vivida antes por la población ha hecho no saber como afrontar este miedo al contagio y al peligro exterior.
He llegado a hacer el siguiente símil: estar en casa se asemeja a nuestros ancestros primitivos que no salían de las cuevas por miedo a las fieras y a los peligros de la noche, aunque a nosotros todavía nos falta el fuego para protegernos. Recuerdo que de mis lecturas de Platón y del texto la Caverna, una de las cosas que he aprendido es que somos nosotros mismos nuestros propios carceleros. En una cueva obtenemos seguridad, pero vemos el mundo distorsionado, lo imaginamos, pero no lo vemos realmente con toda su amplitud. Solo la libertad interior que nos lleva a querer conocer las razones y la realidad es la que nos hará salir de la cueva y buscar la luz para afrontar nuestro miedo. En la libertad de decisión está la clave de afrontar o seguir paralizados por el miedo.
Tras 34 días encerrada el jueves tuve mi primer día de miedo, estaba enfadada con el mundo, harta de estar aquí, enfadada por la gestión, por las circunstancias, por la lejanía de mis familiares y de las personas queridas, por las Actualidad y por el propio coronavirus. Lloré, lo reconozco, luche contra mi misma y decidí que nada podía hacer, abracé una almohada, pero al final pensé en mis miedos y decidí aceptarlos y pensar en ellos. ¿Qué me pasaba?
Miedo al confinamiento es el miedo a no saber si volveré a vivir como antes, a que esto no tenga fin a que nada vuelva a ser lo mismo. El confinamiento del miedo es el miedo a salir a la calle, al contagio, a pensar que yo también lo pasaré, a que no sé dónde está y puedo cogerlo. Ambos miedos escapan a mi voluntad de solución. Nunca podré controlar el futuro, si me contagio, me contagiaré y haré frente a ello. Puedo tener precauciones y leer como hacerlo en fuentes de información fidedigna para tener seguridad. Y salir de aquí, era una decisión, que, si dependía de mi en cierta medida, porque puedo salir a comprar o a pasear a mi perro Leo. Así que me armé de valor y puse fecha y hora. El viernes salí a la calle a comprar el pan, después de 34 días de confinamiento, baje en el ascensor y pise la calle. Salude a mi panadero, desde la distancia, pero en el fondo había mucha alegría y cercanía. Recorrí la calle mirando a través de las gafas, el sol, y la tranquilidad, y sobre todo aprecié como respiraba a través de la mascarilla, vivía un momento histórico en mi propia realidad vital de superación de mis miedos, había matado a mi propio carcelero, mis pensamientos.
Desde mi inquietud por el conocimiento y el saber de distintos paradigmas soy lectora habitual del escritor, Borja Vilaseca @borjavilesca. Estos días leía su post de Instagram con el título: ¿Cómo estas pasando la pandemia? El autor afirma que podemos tener tres posiciones en este periodo de confinamiento, ante nuestros miedos, aplicable a cualquier momento de nuestra vida:
1.- Una primera postura centrada en nuestra “zona de comodidad”: En ella como persona creo todo lo que me dicen, tengo miedo por lo que me puede pasar, me resisto al cambio vital y por ello sufro, me victimizo, y contagio mi malestar a los que están conmigo, siento ansiedad, enfado y tristeza, incluso. Dejo que el estado se encargue de todo y se ocupe de mí, me paso el día evadiéndome de mis responsabilidades.
2.- Una segunda postura, estaría ubicada en la “zona de aprendizaje”, en la cual busco fuentes de información alternativas y fiables y dejo de esperar que el papa estado se haga cargo de mí, abrazo y acepto mis miedo y mis emociones con amabilidad porque racionalizo, que es normal sentirlas en tantos días de confinamiento, por ello aporto cordura y sensatez a mi entorno, dedico mi tiempo a formarme en algo, a consumir conocimiento sobre otros temas de mi interés y sobre todo suelto la intención de control y vivo el presente que me toca vivir, soy capaz de bucear en mis miedos para despertar y proponerme afrontarlos.
3.- Una tercera zona es la “zona de crecimiento”. En esta zona lo primero es analizar como estoy yo, así que miro hacia adentro, para sentirme en paz conmigo mismo. Me convierto en un referente para los que me rodean porque no busco el conflicto solo intento estar bien conmigo mismo. Confió en mí mismo, en mis propósitos y camino en el presente para conseguirlas, hago cosas que me gustan para alcanzar mis metas. Desarrollo mi conocimiento para poder reinventarme profesionalmente, aprovecho esta crisis para evolucionar como persona, como amigo, como pareja, como ser humano. Tomo las riendas de mi vida, desde mi libertad, sin dependencias y aprendo a resolver mis problemas buscando y poniendo en práctica soluciones, no lo pienses tanto, hazlo.
Si algo he aprendido en este confinamiento es que he pasado por todas las etapas y me he quedado instalada en esta última porque en ella puedo “crecer”. Todos los problemas son una oportunidad de poner en marcha mi resiliencia y crecer en conocimiento y en sentimientos buscando manifestaciones alternativas a mis miedos cambiando sus defensas por hechos que los tranquilicen y les digan te equivocabas esta vez, pero gracias por defenderme “miedo”, o gracias tenias razón, pero ahora soy más libre, porque ya no me encarcelas, solo estas ahí para advertirme, pero déjame probar y tener éxito o equivocarme. La vida es eso vivirla y solo a veces tras mil intentos, como Thomas A. Edison, logras que la bombilla se encienda.
A nivel educativo esta situación de confinamiento nos enseña que deberíamos enseñar a nuestros hijos a afrontar emocionalmente esta prueba vital. En general las emociones en cualquier momento de la vida nos juegan buenas y malas pasadas, así que hay que conocerse para lograr autocontrol. La inteligencia emocional estos días se pone en evidencia como un área de formación en la familia y también en la escuela. Saber gestionar nuestras emociones es un aprendizaje vital que se ha dejado al azar, pero es evidente que la incertidumbre de la sociedad, sus continuos cambios, y sobre todo su transformación en un nuevo paradigma relacional nos llevará a tener que formar a nuestros alumnos. Elsa Punset conocida escritora, @elsapunset en su cuenta de IG, hace muchos años que escribe para enseñar a través de cuentos a los alumnos sobre las emociones primarias y secundarias y como canalizarlas a través de racionalizaciones que no se conviertan en esquemas cognitivos paralizantes, sino que sean pensamientos de crecimiento personal. Para el confinamiento y el estrés de no salir es aconsejable realizar ejercicios de meditación para niños, con sonidos del mar o de la naturaleza, por ejemplo, que relajan a la hora de ir a dormir, o en momentos de tensión. Esperemos que el confinamiento sea más laxo para ellos, en breve, como está ocurriendo en otros países europeos, porque los niños son seres en formación que recordarán esta situación en función de su estadio evolutivo. Ellos son los primeros que van a salir del túnel, pues ya tienen una fecha para salir a la calle. Confían en los adultos que los cuidan y por ello deben afrontar la salida con la seguridad que les trasladen sus cuidadores, pero además con la precaución que les indiquen. Depende de todos, que este no sea un miedo condicionado sino un hecho positivo en el paso hacia la nueva libertad. El desconfinamiento escalonado comenzará con ellos a partir del 27 de abril, así que habrá que prepararlos: cuanto tiempo saldrán, que protección deben llevar, como deben relacionarse, que harán al salir, para que salen a la calle, como pueden jugar en el parque. Será una oportunidad para el progenitor que los acompañe analizar con ellos, la felicidad de las pequeñas cosas que nos rodean de nuevo, cómo está el cielo, que se siente al ver la calle, que sentimiento tienen al correr de nuevo, etc. será una experiencia inolvidable porque todo volverá a ser NUEVO OTRA VEZ.
Sonja Lyubonirsky, profesora de Psicología positiva en la Universidad California, es una de las personas que mas ha investigado la felicidad durante los últimos 30 años. En su último reportaje en @aprendemosjuntos de BBVA nos hace ver que nuestra felicidad no depende de conseguir metas, o de anhelar cosas, pues una vez conseguidas nos dejan indiferentes. La prestigiosa profesora apunta que, en la vida, y en especial en esta pandemia de crisis mundial, lo que nos haga más felices es la gratitud, la amabilidad, la adaptación, el conectar con los demás de otras maneras. La gente que ayuda esta más conectado a los demás son mas felices, en cualquiera de sus formas. Por eso quiero acabar con una cita de Alex Rovira (@alexroviracelma), de su Diccionario de la Buena Suerte, sobre la palabra que empieza con c, “cuidar”:
“AMAR ES CUIDAR Y EL RESTO SON PALABRAS…CUIDAR EL DETALLE, LO PEQUEÑO. LA GRANDEZA SE MANIFIESTA EN EL CUIDADO DEL DETALLE, EN CUIDAR A LOS DEMAS, EN CUIDAR LA CALIDAD. AMAR ES CUIDAR. QUE OS CUIDEN Y CUIDAR MUCHO”.