Cuando se activa una tableta con conexión a internet, se abre un universo de conocimiento. Ese gesto cotidiano para muchos niños es una auténtica odisea para otros, una realidad que abre brechas en muchas zonas rurales de países como Perú y aleja a los menores de las escuelas para acercarles al trabajo infantil.
«No es solo educación, es mucho más», explica a EFE René Romero, profesora en la escuela Miguel Grau, un pequeño caserío en plena Amazonía peruana.
En su aldea, ubicada en el departamento de Ucayali, residen varios centenares de habitantes dedicados a la agricultura y estima que unos 20 niños no asisten a unas clases que reciben de manera regular a una decena de menores.
«Los padres, a veces, equivocadamente, piensan en mandar a (trabajar a) la chacra y que el niño no estudie, pero la labor de nosotros es buscar que nuestros niños tengan la calidad educativa que deben tener», comenta.
Esa misión que aleja a los niños del trabajo y los acerca a la educación es más fácil a partir de este septiembre, debido a un acuerdo entre Telefónica de Perú y el Ministerio de Transporte, su pequeño caserío se ha unido a otros 963 que cuentan ahora con conexión 4G.
A Romero ya le ha empezado a llegar el retorno positivo: «Ahora las mamás (de otras comunidades) me preguntan por qué llegan las tabletas a Miguel Grau. Eso va a motivar a todos los padres de familia y vamos a tener más acogida en el 2025».
Especialmente, asegura, «va a ayudar a mejorar a largo plazo», puesto que los niños no tienen solo la conexión, sino que la Fundación Telefónica les ha llevado también tabletas para poder estudiar «y tener nuevas oportunidades, así como lo tienen en otras ciudades».
La decena de niños de la escuela, que miran fascinados sus nuevas tabletas, son ahora el ejemplo para toda la comunidad, porque muestran que «esta tecnología es para conectarse hacia el mundo», según comenta Romero.
Ahora son los menores los que muestran a sus padres que «a través de la línea» pueden mostrar los productos agrícolas de Miguel Grau para difundir su comercio y mejorar sus ingresos.
Y cierra su discurso con un mensaje esperanzador que esconde una realidad más propia de las sociedades preindustriales: «En educación, vamos a tener matemáticas, comunicación, ciencias ambientales y mucho más, pero hay mucho más en comercio que les va facilitar (las ventas) a los padres».
«Eso va a motivar a los padres para abrir una brecha que, de repente, ellos estaban teniéndolos escondidos (a los niños para evitar su escolarización) y lo haremos ver para que mejore la educación», subraya.
Un proyecto colaborativo
La posibilidad de que la conexión llegue a Miguel Grau, como a otras 962 comunidades rurales de Perú, parte de un programa denominado ‘Canon por cobertura’, que permite dedicar parte del monto que paga Telefónica por sus concesiones en mejorar la conectividad.
«Lo que significa es que ahora mismo el 60 % del canon que nosotros pagamos por la concesión se puede utilizar en traer conectividad a zonas rurales y, en estos cuatro años, ya hemos puesto 150 estaciones base de 4G que pueden dar cobertura a 900 comunidades», explica la presidenta ejecutiva de Telefónica del Perú, Elena Maestre.
Este proyecto, prosigue, permite «mejorar la conectividad y, además, en zonas que no serían rentables por sí mismas», lo que permite que ganen las dos partes.
El plan de la compañía es «seguir trabajando en conectividad en zonas rurales», algo para lo que se sientan a dialogar con el Ministerio de Transportes y Comunicaciones para «seguir avanzando, porque eso es parte» de la misión de la compañía.
En Miguel Grau, confía en que suceda como en otros lugares, que, tras llegar la conexión, se observa «mucho más emprendimiento» y se siente que «les abres al mundo».
Una meta que en el pequeño caserío parece más cercana y que ha unido a los niños con sus padres, sin que la educación se vea mermada.
Agencia EFE.