Comienza el nuevo año escolar (2022-2023), comienza el cole, y para los peques (0-3) que inician su vida escolar, así como para sus familias, empieza una de las etapas más significativas de su vida, pero también es un momento de nervios, miedos e incertidumbres, creados por el comienzo de algo nuevo y desconocido para muchos de ellos o por alguna mala experiencia educativa vivida por los papás o hermanos/as más mayores.
Por ello, el maestro/a o educador/a de Infantil es de vital importancia en estos primeros años escolares. Nuestra vida, de una u otra forma, suele estar marcada por esa huella imborrable que dejan los maestros/as, (sobre todo los docentes de corazón) en sus alumnos/as. Este nos guiará, acompañará e iniciará en nuestro caminar, en nuestros primeros aprendizajes, hábitos y rutinas escolares, nos ayudará y sacará lo mejor de nosotros/as, complementará la educación que nos ha dado nuestra familia y entorno, con la inestimable unión y colaboración de la familia.
De ahí la importancia de reivindicar la figura de ese MAESTRO/A de VOCACIÓN, ese que no eligió la carrera de magisterio al azar o como última opción, ese maestro/a que quiere cambiar el mundo a través de los ojos de los niños/as, que siente su profesión, no como un trabajo, sino como una forma de vida, que sonríe cada mañana al pasar el umbral del colegio por muy negativo que tenga el día, que cree que otra educación es posible y se le iluminan los ojos cada vez que dice soy MAESTRO/A, ese maestro/a de VOCACIÓN.
Hoy comparto con vosotros este artículo de opinión escrito para mi blog https://vocaciondesermaestra.blogspot.com con todo mi cariño y deseándoos un maravilloso y feliz nuevo año escolar tanto a niños/as, familias y docentes de todos los ámbitos educativos.
Si buscamos en el diccionario la palabra vocación, nos dice que es el deseo de emprender una carrera, una profesión, cuando todavía no se han adquirido todas las aptitudes o conocimientos necesarios.
Ese deseo me ha acompañado toda la vida, desde niña quise ser MAESTRA DE EDUCACIÓN INFANTIL, lo tenía muy claro, esa era mi vocación.
Ese sueño de niña, con esfuerzo y constancia se cumplió, y hoy en día el nombre más bonito con el que me pueden llamar (además de mamá) es MAESTRA.
Para ser maestro/a no solo se necesita una gran preparación en didáctica, psicología, metodología, las tan nombradas competencias digitales… es imprescindible una verdadera vocación por esta maravillosa profesión.
MAESTRO/A ó VOCACIÓN
Estas dos palabras deben ir siempre unidas, ya que una le da sentido a la otra y por separado no tendrían el mismo significado.
Raúl Bermejo en su libro “Ser maestro” (capítulo 16, Distintas generaciones) plasma la importancia de la vocación en los maestros/as a través de las palabras de una madre: “Determinadas profesiones, como la de maestro, solo deberían ser desempeñadas por personas con demostrada vocación para ello. Debería haber una materia durante su preparación que evaluase, demostrase y ayudase a descubrir dicha vocación, puesto que ella es la principal; si no hay vocación, NO VALES.”
El magisterio, en ocasiones, se convierte en el cajón de sastre de muchas personas, que cuando no saben qué estudiar o no les llega la nota de corte en la EVAU para su primera opción formativa, terminan estudiando una carrera docente. Quizá (y no lo pongo en duda por los muchos docentes que he conocido a lo largo de mis 22 años de docencia), en ese transcurso, haya gente que descubra lo maravillosa que es esta profesión y despierte en ellos/as su verdadera vocación, pero la gran mayoría de las personas que han estudiado magisterio por obligación y no por vocación, terminan siendo maestros/as de título; es decir, personas que no disfrutan con su trabajo, sino que asisten a él.
Son aquellos que imparten una clase teórica magistral pero no hacen que el aprendizaje, parta de la motivación y el interés de sus alumnos/as.
Aquellos que no se reciclan, no se salen de su programación, no innovan, porque según dicen: “siempre se ha hecho así”.
Aquellos que creen que enseñar significa estar sentado en la mesa y pretender que sus alumnos aprendan realizando fichas durante cinco horas.
Aquellos que no creen en la colaboración familia-escuela y opinan que las familias no deben participar en la vida diaria del aula, tampoco son verdaderos maestros. Hay que ser uno más en las actividades de nuestros alumnos/as, de modo que en sus clases el juego sea el eje principal del aprendizaje.
Sé –porque soy realista– que como en todas las profesiones, la nuestra, también tiene sus obstáculos; estamos poco valorados por la sociedad, cuestionados por algunas familias e incluso aunque suene muy triste somos el colectivo menos reivindicativo y menos unido entre nosotros mismos.
Hoy en día todo el mundo sabe y opina sobre educación a pesar de que los propios docentes nos sentimos poco escuchados.
La misma administración muchas veces no ayuda con los continuos cambios de leyes, con los recortes, con la falta de personal, con una ratio profesor-alumno excesiva, más una exigencia de papeleo innecesario… Aun así, todo ello se afronta con entereza si se cuenta con una verdadera vocación.
Tanto a lo largo de mi vida profesional, en los distintos centros que he trabajado, como en estos últimos años, gracias a la repercusión de las redes sociales, he conocido y aprendido de grandes MAESTROS/AS CON VOCACIÓN, que hacen que ser maestro/a no sea una profesión más, sino una forma de vida.
Como advierte SIDNEY HOOK “Todo el que recuerda su propia educación, recuerda a sus maestros/as, no a los métodos o técnicas. El maestro/a es el corazón del sistema educativo.”
Gracias por tu lectura.
Elena Martín García
Actualizado en septiembre de 2022