Un estudio reciente ha puesto cifras a una crisis silenciosa: en España, las hospitalizaciones por conducta suicida en adolescentes se han cuadruplicado en las últimas dos décadas, con un preocupante aumento del 250 % solo en 2021. La investigación, publicada en el Journal of Affective Disorders, ha analizado más de dos millones de hospitalizaciones de jóvenes de entre 11 y 18 años, revelando tendencias alarmantes que subrayan la urgencia de reforzar la prevención en salud mental.
Más ingresos, edades más tempranas y diferencias de género
Uno de los datos más llamativos del estudio es que el 73,4 % de los ingresos corresponde a adolescentes mujeres, aunque la mortalidad intrahospitalaria es mayor en varones, un patrón que se alinea con las estadísticas globales de suicidio consumado. Además, la edad media de ingreso ha descendido de 17 a 15 años, lo que indica que estos problemas emergen cada vez en edades más tempranas.
El impacto de la pandemia también se hace evidente en los datos. Mientras que en 2020 hubo una ligera reducción en las hospitalizaciones, 2021 marcó un pico sin precedentes, con un incremento del 250 %. Los investigadores vinculan esta escalada con el impacto de la crisis sanitaria en la salud mental de los jóvenes.
Factores de riesgo y carga sobre el sistema de salud
El estudio señala que los trastornos de ansiedad y del estado de ánimo son los principales factores asociados a estos ingresos, representando el 22 % y el 13 % de los casos, respectivamente. Además, aunque el número total de hospitalizaciones de adolescentes en España ha disminuido un 23 % en dos décadas, los ingresos por problemas de salud mental han crecido significativamente, pasando del 3,9 % en 2000 al 9,5 % en 2021.
El investigador principal del estudio, Dr. Hilario Blasco-Fontecilla, subraya que esta situación refleja “una crisis de salud mental que requiere una respuesta coordinada desde el ámbito educativo, sanitario y social”.
La importancia de la prevención
Ante este escenario, el informe insiste en la necesidad de reforzar la educación emocional en los centros escolares, identificando señales de alarma de forma temprana y facilitando el acceso a servicios de salud mental para adolescentes y sus familias. También se recomienda fortalecer la colaboración entre escuelas, servicios sanitarios y redes de apoyo comunitarias.
“Invertir en programas de prevención no solo reducirá las tasas de suicidio, sino que contribuirá al bienestar integral de los jóvenes”, concluye el Dr. Blasco-Fontecilla.