Los artistas Antonio Camaró e Izara Batres, fundadores del nuevo colectivo cultural “Numen” que aúna metafísica, creación y mística, serán protagonistas de un homenaje –a partir del cuadro de Camaró “Liberté mon amour” inspirado en el poeta Hernández– a la poesía, al arte, y a todos aquellos que creen en su esencia, su valor y su poder de transformación.
RESPETO AL LENGUAJE POETICO
El nuevo movimiento “Numen” propugnado por la poeta y el pintor pretende recuperar la esencia de la poesía, su verdadero lenguaje, su capacidad para llegar al fondo de las cosas y de participar de todas las esencias, siendo el poeta un camaleón espiritual, como ya señalaran Cortázar o Yeats, que reivindica aquellas características necesarias para un lenguaje poético transfigurador a modo de “incendio” y no de “fórmula”, que lo distinguen y definen frente a lo prosaico. Movidos por el “no quiero llegar nada más que hasta el fondo”, de Alejandra Pizarnik, ambos artistas defienden, frente al vacío y la dilución, la esencia del arte y del hombre y a los que creen en ella. La pretensión es que todos aquellos que persisten en mantener una mirada y actitud poética ante la vida y ante el arte, ya sean escritores, músicos, actores, pintores, etc., se sientan representados. Antonio Camaró es un célebre pintor simbolista a quien la UNESCO bautizó como “pintor de la concordia”. De su obra se ha dicho que “comunica luz en cada pincelada llena de colorido y expresión, transmitiendo el sentimiento que nace de sus experiencias personales y que plasma en cada uno de sus cuadros”, y que es “vocación por el ser humano”, comportando un “firme compromiso y diálogo transcultural”. Asimismo, fue nombrado Académico de honor por la prestigiosa Academia Internacional de Ciencia, Tecnología, Educación y Humanidades. Izara Batres es una reconocida poeta y escritora, ganadora de varios premios internacionales de poesía (como el Fernando Rielo, el Clemente Rebora o el Premio de Excellentia Cita di Galateo) y profesora de literatura y escritura creativa en diferentes universidades. A menudo se ha destacado la “extraordinaria potencia de sus imágenes”, la “elegancia y originalidad de sus poemarios” o un lenguaje poético que “se inscribe en la perfección”. Para Batres “la poesía tiene que transfigurar, no se puede quedar en la superficie de las cosas ni en su aspecto como tal, va al fondo: se produce, como decía Cortázar, una irrupción por acceso afectivo a la esencia de las cosas que va mucho más allá de una simple observación plana”. Decía uno de los personajes de La colmena, “no perdamos la perspectiva”. A veces es importante recordar la necesidad de diferenciar matices. Para Izara Batres, “la poesía es la máxima expresión del lenguaje poético, y es la creación de imágenes y metáforas lo que la lleva a su plenitud. Eso lo sabían bien poetas como Enrique Molina, los surrealistas argentinos y franceses, y otros que también recibieron esa influencia, como Pizarnik, que llevaron el simbolismo de la expresión poética a sus más altas cotas. En España tenemos la suerte de tener una larga lista de la que forman parte Hernández, Lorca, Aleixandre, etc.”.
Ante la pregunta de si en nuestros días se está cometiendo una falta de respeto hacia la poesía: “actualmente se está llegando a admitir cualquier texto como poesía y parece que se ha olvidado que ha de haber un lenguaje poético, y una profundidad y complejidad en el contenido y en la conexión emocional. La poesía no nos puede dejar como estábamos, no podemos empequeñecer la poesía o infantilizarla hasta el punto de que pierda su esencia. Llamémoslo entonces parapoesía, o de cualquier otra forma. Si llamáramos física cuántica a realizar un análisis sintáctico, o ingeniería aeroespacial a plantar semillas mucha gente se escandalizaría. Hay un respeto muy grande, casi fervoroso, hacia las ciencias que no se profesa a las letras”. Y, por último, ¿nos enredarán las redes?: la escritora nos recuerda la importancia de que los poetas no se conviertan en “productos dentro de las redes”, evitando que la red se convierta en telaraña. Es importante, a su vez, “crear aperturas, accesos, porque, de lo contrario, nos perdemos a muchísimos poetas jóvenes y buenos, que aman y respetan la poesía, pero no están en la ‘gran corrala’”. Por otro lado, en palabras de Camaró: “el arte actual se ha convertido en un divertimento simple, sin conciencia, sin expresividad, color ni vida, en un mosaico muerto, en un arte vacuo”. Ante este hecho, la libertad, fraternidad y el diálogo entre pueblos y distintas creencias pueden cambiar el mundo. El pintor defiende la ética y el pensamiento insumiso, en los que se basa su obra “L’Homme Postmoderne” que “censura al hombre vacío de ideales y la falta de ética y solidaridad en la sociedad actual”. El arte debe ser, para Camaró, “un alegato contra el horror”. Su inquietud humanística le ha llevado a liderar el proyecto artístico y cultural denominado “Hommo Ethicus” en el que ha tratado de conciliar las culturas a través de la pintura. ¿Arte y bien común? Para Camaró están claramente relacionados: “Mi arte está muy relacionado con la imaginación, el compromiso, el bien común y tratar de mejorar la sociedad, evidenciar la necesidad de la conciencia ética en el ser humano, haciendo frente al deterioro de las relaciones personales y del planeta, y haciendo reflexionar sobre las diferentes cosmovisiones del mundo, encontrando puntos de encuentro y de diálogo. El camino de destrucción no lleva a nada, es necesario intentar conocer al otro. El hombre actual por desgracia es un hombre que no escucha al otro, hay mucho fanatismo, dogmatismo. El hombre ético es el hombre trascendido que, tras su recorrido, comprende al otro y busca el encuentro para el bien de la humanidad y la paz del mundo”.
MUNDO DILUIDO
Se mueva hacia donde se mueva la sociedad en la que vivimos, es importante que existan voces de alarma cuando el mundo se halla excesivamente desquiciado o diluido. En estos tiempos de incertidumbre, materialismo y pérdida de esperanza, ¿por qué no recordar la aportación que unos seres humanos pueden hacer a otros, la colaboración mutua entre religiones, creencias, ideas y artistas para construir un mundo mejor, buscar la verdad, renovar las bases, darle importancia a aquello que nos hace humanos? Todo ello está en los objetivos de Numen, frente a la actitud de competición o la total fuga de contenido que lleva al vacío. “Llevar la imaginación al poder, la poesía a la vida, explorar el diálogo, recordar los derechos humanos, las confluencias entre culturas, el valor de la educación, el papel de los artistas y creadores, la libertad para ser diferentes, la belleza que la humanidad ha sido capaz de crear desde su libre albedrío, y la búsqueda del sentido”, como señalan Camaró y Batres, parece una opción atractiva frente al reduccionismo progresivo de una humanidad que ha perdido su voz y apenas puede respirar. ¿Serán movimientos como Numen, los cimientos adecuados para un nuevo renacer en el que recuperemos el derecho a vivir y no solo a sobrevivir?