LA OPINIÓN DE. . . JOSÉ VÍCTOR ORÓN SEMPER
Nacido en Valencia y residente en Madrid, escolapio. Doctor en Educación por la Universidad de Navarra.
Dirige la fundación UpToYou, dedicada a la renovación de la educación a través de la educación emocional. Igualmente dirige el Centro de Investigación, Innovación y Evaluación de Educación de SLAM Universities.
En LA OPINIÓN DE… Nos habla sobre términos y mentalidades. Bienestar
La búsqueda de bienestar es algo patológico, pues el bienestar es un indicador, no un objetivo. En cambio, es fácil leer que el bienestar es un objetivo declarado en muchos de los programas de educación emocional que se pueden encontrar hoy en día. El bienestar es deseable, como lo son todos los indicadores, pero que sea deseable no quiere decir que haya que buscarlo. Lo que se buscan son los objetivos.
Antes de explicar esto, os cuento una anécdota que me parece fantástica. En un congreso sobre emociones, los ponentes anteriores a mí hablaban de las excelencias del bienestar y en el tiempo de preguntas que había tras cada intervención, un asistente pidió hablar y dijo algo que me pareció genial. Luego lo busqué para hablar con él, pero no pude encontrarlo. Dijo algo así: “No sé a qué viene esa búsqueda del bienestar; es la típica búsqueda del burgués acomodado que sólo se mira el ombligo. Yo estoy bien con mi malestar. No me importa mi malestar. Lo que quiero es que la situación se arregle. Si a uno le están haciendo daño y eso me enfada y me llena de malestar, lo que quiero es que dejen de hacerle daño. Mi malestar no me causa ningún daño. Al revés, me gusta estar enfadado. Siento bienestar por mi malestar porque ese malestar me habla de que el otro me importa”. Lo cierto es que no me acuerdo de sus palabras exactas, pero esa fue más o menos su idea. Genial.
Los dos párrafos primeros están estrechamente relacionados, aunque aparentemente esta relación no se vea. Vamos a explicarlo. Confundir objetivos e indicadores ha sido algo muy común a lo largo de toda la historia. Voy a intentar definirlos:
- Los indicadores son situaciones deseables que suelen hacer referencia al comportamiento o a la experiencia vivida y tienen un factor coyuntural muy grande.
- Los objetivos son los que desarrollan la naturaleza humana y están más centrados en la interioridad (ver término) que en el comportamiento o la experiencia.
Lo explicamos con un ejemplo. Imagina que en una familia todos hablan gritando. El padre podría decir que sería un buen objetivo que dejaran de gritar. En tal caso, ese padre se equivocaría rotundamente, pues gritar es un comportamiento y ningún comportamiento puede ser objetivo educativamente hablando. En principio y en situaciones habituales, no gritar en casa es deseable, nadie lo va a negar, pues habrá menos estrés y no gritar permitirá hacer otras muchas cosas. Pero que sea deseable no quiere decir que sea un objetivo. Si se toma como objetivo el de no gritar, el padre podrá decir incluso gritando que no hay que gritar y al final en la casa no se gritará. También podría dar premios al que no gritara. O bien podría conseguirlo por otra vía, pero tal vez, la falta de gritos se explique porque se ha instaurado el miedo, el juicio o el desprecio entre los miembros. No gritar es deseable en el contexto habitual de la vida familiar y en el de una conversación normal, pero no gritar no es deseable de por sí. Si no es deseable de por sí, no puede ser objetivo. Ya Aristóteles dijo que nada que pueda ser alcanzado puede ser una finalidad, pues cuando ya se alcanza, entonces ¿Qué? Además de que no gritar sólo tiene sentido en ciertos contextos, mientras que un objetivo debería tener sentido en todo lugar y momento. Más todavía, que no se grite no garantiza que haya convivencia familiar. La convivencia familiar sí que puede ser un objetivo: aprender a disfrutar de estar juntos. Los indicadores se alcanzan, pero los objetivos siempre están abiertos, siempre se puede seguir creciendo. Siguiendo con el ejemplo diríamos: El disfrute de la convivencia familiar nunca se acaba, nunca se alcanza del todo, pues siempre se puede disfrutar más intensa y profundamente de estar con el otro. No será lo mismo que el padre se pregunte “qué hago para que en casa no se grite” o que se pregunte “qué hago para que en casa disfrutemos de estar juntos”. Disfrutar de estar juntos es el objetivo y su indicador es que en ciertos contextos no se grita. El indicador no garantiza el objetivo; es lo que en lenguaje matemático se llama una “condición necesaria no suficiente”. Como no es suficiente, no garantiza el objetivo. Preguntarse “qué hago para que no se grite” es tomar por objetivo el indicador, lo cual es un mal planteamiento. Preguntarse “qué hago para que disfrutemos en casa mientras convivimos” es tener por objetivo algo que realmente puede ser tenido como tal.
De forma similar ocurre con el bienestar. El bienestar es indicador, en el sentido de que, si se logra el verdadero objetivo, la convivencia, se dará el indicador. Pero la mera existencia del indicador no garantiza el objetivo. Los objetivos se buscan, los indicadores se desean. Si cambiamos la relación entre los substantivos (objetivo, indicador) y los verbos (buscar, desear) aparece: Desear objetivos, pero eso es soñar; buscar indicadores, pero eso es patológico.
Podríamos preguntarnos: Si lo propio del indicador es ser deseado pero no buscado ¿Por qué muchas veces nos encontramos buscándolos? Buscar indicadores es querer asegurar resultados o comportamientos. Como sería en el caso mencionado del padre que quiere que no se grite en casa. ¿Pero de dónde nace esto? Pienso que de querer asegurar el yo, es decir, hacer caso a los propios miedos y desconfiar del otro. Ese padre que quiere asegurar un comportamiento está asegurando su yo, pues no se preocupa por cómo lo viven los demás en su interior sino que quiere corregir el comportamiento de los demás. Pero además desconfía de que los otros descubran las bondades del indicador, o de la intención de los demás o de su capacidad para buscar objetivos. Esa desconfianza aumenta del temor de que no se dará la situación que él busca. Porque se está buscando más una situación, no chillar, que una relación, encontrarse con el otro.
En otro congreso, esta vez sobre meditación y mindfulness al que me invitaron, encontré a grandes gurús de la meditación en muchas de sus variantes. Una de ellas proponía un ejercicio que le causaba un gran bienestar. Cada mañana al levantarse se sentaba en una silla y trazaba círculos con la mano como haciendo un arco sobre su cuerpo. Siete veces con la mano derecha y otras siete con la izquierda a la par que decía “estoy protegida del mundo”. Y allí nos ves a más de 500 asistentes ensayando tales técnicas. Era la búsqueda del bienestar por sí mismo, del bienestar como objetivo. Era patológico. Sin cuestionarle que hubiera que hacer tales ejercicios, pregunté: ¿Por qué en lugar de decir “estoy protegida del mundo” no dices “estoy abierta al mundo”? Silencio.
Nadie va a negar lo deseable que es el bienestar. Pero insisto, desearlo no es buscarlo. Buscar indicadores y desear objetivos es lo que ocurre constantemente y hace un mundo loco y falso, al igual que una empresa que busca el beneficio económico y desea la transformación social. Eso es revestir falsamente de buenismo angelical el egoísmo, el miedo y la inseguridad del empresario. Eso es, por tanto, un gran error pues la transformación social es el objetivo y el beneficio económico es el indicador. El indicador será deseable, pero sólo corresponde buscar el objetivo y, si los objetivos se alcanzan, los indicadores aparecerán como un fruto. Pero vemos que eso requiere confianza en los demás.
Ya se pone de manifiesto el binomio confianza/desconfianza (ver término confianza). Buscar objetivos y desear indicadores supone confiar en los demás. Buscar indicadores y desear objetivos supone desconfiar en los demás. El profesor que busca asegurar resultados académicos en los alumnos, en el fondo, desconfía de ellos. Luego, para arreglarlo, dirá frases como: “Quiero que conozcan bien las matemáticas y además sean buenas personas”. El profesor que busca desarrollar las personas de sus alumnos confía en ellos y dirá frases como “quiero que el trabajar las matemáticas les ayude a ser buenas personas”. En una se funciona por yuxtaposición y en la otra de forma integrada.
Hoy en día hay infinidad de propuestas de educación emocional que rayan el ridículo porque toman la búsqueda del bienestar como su bandera. “Estemos bien, sea como sea, pero estemos bien”. Hay colegios donde suben por turnos a los alumnos a una silla para que sus compañeros le digan palabras bonitas y así aumente su bienestar. He visto padres que hacen lo mismo con sus hijos. Y seguro que el lector podrá poner muchos ejemplos de ese estilo. Ante tal búsqueda del bienestar, el sufrimiento se levanta como si fuera el mismo demonio. Vale la pena leer el término sufrimiento para descubrir una nueva comprensión del mismo.
También hay que tener cuidado con los movimientos pendulares. Rechazar el bienestar como objetivo no significa ignorarlo. No hay que ignorar los deseos, luego no hay que ignorar los indicadores. Ignorar el deseo, el bienestar, sería como decir, en el caso de un padre, “pues si el niño está mal, que se aguante y que aprenda”. Eso es ignorar el indicador y los indicadores no hay que ignorarlos. La ausencia de un indicador tendría que llevarnos a la pregunta de qué está pasando. Pues si el objetivo se alcanza, el indicador aparece. Recuerda que los indicadores son condiciones necesarias, aunque no suficientes para que se esté alcanzando el objetivo. Luego si el indicador no se da y aparece el malestar, entonces es necesario preguntarse: ¿Qué está ocurriendo?
No se trata de actuar sobre el indicador, sino de preguntarse qué pasa. Veamos un ejemplo de lo absurdo que resultaría centrarse en el indicador. Imagina que estás en un panel de control de una central hidroeléctrica llena de lucecitas, todas ellas indicadoras de algo. De repente una se enciende señalando que algo pasa. Centrarse en el indicador sería como desenroscar la bombilla y conseguir así que no se encendiera. Eso sería centrarse en el bienestar. Si se enciende la bombilla y surge el malestar, no se trata de centrarse en el malestar para que aparezca el bienestar, eso es ridículo, sino de preguntarse qué está pasando.
Centrarse en el malestar (ausencia del indicador de bienestar) es lo que hacen algunos médicos que se centran en los síntomas y ante un ataque de ansiedad dan una pastilla sin preguntarse qué está pasando. Y lo mismo hacen muchos programas de educación emocional que tienen el bienestar como objetivo. Así lo suelen hacer los programas de regulación emocional. Es escandalosamente llamativo como incluso en sus páginas web lo anuncian claramente sin ningún problema.
Si antes he dicho que el bienestar es indicador, ahora me faltaría decir que el bienestar es también plataforma de crecimiento, de la misma forma que lo es el malestar. También cuando se da el bienestar hay que preguntarse ¿Qué está ocurriendo? Es plataforma de crecimiento pues siempre se puede crecer más. Ciertamente en un malestar profundo es difícil encontrar la tranquilidad necesaria para iniciar esos procesos de crecimiento y conviene un mínimo de serenidad, si es posible, para preguntarse qué está pasando. Pero sin olvidar que el mero bienestar de por sí no cura nada.
Como padre, como educador, como empresario, … como persona vale la pena que nos preguntemos ¿Qué estamos buscando? Y lo que buscamos ¿Quiere asegurar comportamientos-resultados o promover el desarrollo humano y el encuentro con los demás?