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La Edad Antigua en la Comunitat Valenciana

La Edad Antigua se inicia con la aparición de la escritura y llega hasta la caída del Imperio Romano a manos de los bárbaros, en el siglo V después de Cristo. Abarca aproximadamente desde el 3000 a.c hasta el 476 después de Cristo.
El comienzo de la Edad Antigua no tiene una cronología precisa, no hay un acontecimiento, una fecha histórica que lo marque, de ahí que se fije aproximadamente con la aparición de la escritura. La Edad Antigua estará marcada por las civilizaciones pre-romanas, donde encontramos a los pobladores originarios de la zona, a los que más tarde se llamará iberos, y a los fenicios y griegos cuya actividad comercial les hace llegar a esta parte del Mediterráneo; a ellos les sucederán cartagineses y romanos en estos 3500 años de historia de la Comunitat Valenciana.

Los pobladores de lo que hoy conocemos como Comunitat Valenciana se dedicaban básicamente en la transición entre lo que consideramos Prehistoria y Edad Antigua a la actividad agrícola y ganadera, aunque ya existía una importante producción metalúrgica, y una red de intercambios comerciales que se fue consolidando.

Aljibe íbero en Castellar de Meca, Ayora
Aljibe ibérico en Castellar de Meca, Ayora

Fenicios y griegos no eran sociedades homogéneas, cada ciudad era independiente política y económicamente, con débiles y cambiantes alianzas entre si.

Los fenicios llegaron a este lado del Mediterráneo atraídos por las riquezas minerales de la Península Ibérica, y se asentaron en la costa, donde generaron una gran actividad comercial.

Los fenicios no ocuparon el Mediterráneo porque no tenían capacidad militar para ello, por lo que crearon lazos con los habitantes de cada zona, en este caso en la Comunitat Valenciana, lazos con los que reforzaron y enriquecieron a los indígenas, ya que estos les aportaron control político del territorio y mano de obra.

Los fenicios en la Comunitat Valenciana


Las evidencias documentadas de presencia fenicia en la Comunitat Valenciana datan del siglo VIII a.C.

En la desembocadura del río Segura se halló el yacimiento de La Fonteta / Dunas de Guardamar, un importante asentamiento que se encontraba al final de varias rutas comerciales que penetraban en el interior de la península. Ocurría lo mismo con el Vinalopó que, tras alcanzar importantes zonas de producción salina, avanzaba hacia tierras manchegas.

En la bahía donde desemboca el Segura, hoy colmatada, se hallan poblados con actividad comercial fenicia, como la Peña Negra (Crevillent) o el Cabeç de l’Estany (Guardamar del Segura).

Otro núcleo fue el que surgió en las faldas del Montgó y la bahía de Jávea, relacionado con el comercio con Ibiza. En principio tuvo un papel importante en la navegación fenicia hacia el estrecho de Gibraltar, pero a partir del siglo VII a.C. fue vital en las rutas hacia el Ebro y el Ródano (Francia).

En las rutas comerciales del Mediterráneo, Ibiza fue un punto importante, y La Marina Alta uno de sus enlaces con la Península.

Los yacimientos como el Alt de Benimaquia y el Coll de Pous (Dénia), así como los abundantes hallazgos de materiales fenicios datados en el siglo VII a.C., indican la importancia de la ruta comercial Ibiza – La Marina Alta.

Las rutas fenicias al interior de Valencia en la Edad Antigua


Los fenicios no tenían la obligación de recalar en las costas del Golfo de Valencia, pero lo hicieron como forma de abrir rutas comerciales hacia el interior.

Se han encontrado materiales fenicios en yacimientos de Camp de Túria y Requena – Utiel. El Túria y el Júcar, con su afluente del Magro fueron, desde el siglo VII a.C., la vía natural de comunicación hacia la meseta.

Eso sí, la zonas de interior no eran ricas en recursos mineros como sí lo eran las de la desembocadura del Segura, por lo que otros materiales atraerían a los fenicios. Desde tierras valencianas y castellonenses se accedía a la zona de Teruel, más rica en recursos metalúrgicos, a través del Valle del Palancia.

También se han encontrado restos fenicios a lo largo del río Mijares, que era utilizado por los fenicios para expandir una ruta comercial que atravesaba las montañas del Maestrazgo.

El declive fenicio y la llegada de Cartago


El modelo de comercio y relación entre indígenas y fenicios comenzó a agotarse a finales del siglo VII a.C. No llegó a desaparecer pero perdió intensidad.

Y con esa pérdida de intensidad los que salieron ganando fueron los comerciantes de Cartago (Túnez).

En el siglo VII a.C., pero sobre todo en el siglo VI a.C. en las redes comerciales de la Comunitat Valenciana aparece un nuevo actor para relacionarse comercialmente con los indígenas valencianos, el llamado ‘griego’.

Los ‘griegos’ proceden de las colonias griegas surgidas en la costa oriental de Sicilia y el sur de Italia. En su expansión hacia occidente crearán en torno al 600 a.C. la colonia de Massalia (Marsella – Francia) para controlar el comercio de la desembocadura del Ródano. Siguiendo la costa crearon Emporion (Empúries – Girona), y desde ahí se extendieron hacia el interior y hacia el sur, enlazando con las rutas comerciales de los púnicos, que provenían, sobre todo, de Ibiza.

Y así llegaron a las costas de la Comunitat Valenciana. La convivencia entre indígenas y griegos tiene sus raíces en el siglo VII a.C. y se desarrolla en el siglo VI a.C., incrementándose a medida que la presencia fenicia fue reduciéndose, más aún tras la desaparición de Hena (Dunas de de Guardamar / La Fonteta).

Influencia cultural de los fenicios


El intercambio comercial tiene una influencia cultural en todas las etapas de la historia. En este caso, en la Edad Antigua el comercio con fenicios, púnicos y luego griegos trajo nuevas especies de animales a la Comunitat Valenciana, como la gallina o el asno, además de nuevas técnicas de producción del vino y del aceite.

En el caso del vino, cuyo consumo se restringía a las élites, se comenzó también a asociar a ritos, siempre adaptado a las costumbres locales.

También se incorporó la cerámica a torno, imitando y adaptando las formas tanto de la vajilla de lujo como de las ánforas.

La Edad Antigua. Los iberos en la Comunitat Valenciana


Los iberos no llegan a la Comunitat Valenciana. No son el fruto de una conquista militar, ni de un flujo migratorio. Es la evolución de los indígenas que habitaban estas tierras allá por el 3000 a.C. con otros pueblos que fueron llegando a la zona, a través del mar generalmente.

No existen fechas que marquen una etapa en la cronología ibera. Pero sí hay un cambio material, que se da en la cerámica: la aparición de objetos cerámicos hechos con el torno alfarero, y el abandono progresivo de los fabricados a mano.

En el siglo VIII a.C. aparecen piezas torneadas de producción fenicia y griega, pero es hacia el siglo VI a.C. cuando se generalizan las de producción valenciana.

La cerámica ibera con torno va ligada a la necesidad de tener grandes recipientes para transportar alimentos y bebidas. Esto supone otro cambio, la comercialización de la producción agrícola; los rendimientos del suelo aumentaron con la introducción de instrumental de hierro y el desarrollo de la arboricultura.

Todo ello compone la cultura ibera, y lleva aparejados otros cambios, como el abandono de poblados y la construcción de otros nuevos.

La sociedad ibera está basada en un economía fundamentalmente agrícola y ganadera, dedicada a la explotación metalúrgica, con redes comerciales capaces de dar salida a sus excedentes de producción. Se organizan en torno a jefaturas que controlan territorios más o menos extensos.

Las ciudades iberas en la Comunitat Valenciana


Los centros de poder alrededor de los que se estructuró el territorio en la Comunitat Valenciana en la época ibera de la Edad Antigua fueron: Ilici (La Alcudia – Elche), Castellar de Meca (Ayora), Saitibi / Saitabi (Xàtiva), Edeta (Llíria), Kili / Gili (La Carencia – Turís) y Kelin (Los Villares – Caudete de las Fuentes).

Ilici está situada en la loma de La Alcudia desde la Edad del Bronce y fue una importante ciudad ibera, de entorno a 10 hectáreas de extensión, antes de convertirse en una ciudad romana y trasladarse en época islámica al actual emplazamiento de Elche.

Edeta se levantó ocupando la mayor parte de un cerro en el curso medio del río Túria. Había numerosas calles que permitían el paso de carros, casas de varias alturas y un urbanismo complejo para la época.

No existe un consenso total entre los historiadores sobre la relación entre Arse / Saguntum y Edeta, federadas según algunos autores, dependiente la primera de la segunda, según otros. Edeta tenía la fuerza militar y una economía basada en la explotación agropecuaria, y Arse / Saguntum fue una gran ciudad portuaria.

El Tossal de Sant Miquel (Llíria), es el yacimiento conocido sobre todo por su colección de vasos decorados del llamado estilo narrativo de Llíria-Oliva y por los textos escritos que acompañan estas decoraciones, constituyendo el mayor archivo epigráfico ibérico conocido.

El yacimiento ha sido identificado con la antigua Edeta a partir de las citas de algunos autores clásicos como Claudio Ptolomeo. Su relevancia reside no sólo en la extraordinaria calidad y excepcionalidad de sus conjuntos materiales, entre los que destacan los vasos con decoraciones figuradas únicas, sino también en la relación que estableció con otros asentamientos del entorno. Así, desde finales del siglo V a.C. Edeta ejerció el control político y económico de un amplio territorio en el que se diseminaban aldeas y caseríos dedicados a la explotación de los recursos agrícolas y ganaderos, como la Monravana (Llíria), el Castellet de Bernabé o la Seña (Villar del Arzobispo). Este espacio quedaba delimitado por una red defensiva de fortines situados en la Sierra Calderona, como el Puntal dels Llops (Olocau), que mantenían relaciones visuales entre ellos y la ciudad.

Edeta completó el control de las tierras al Norte de la Sierra Calderona, penetrando en La Serranía, hasta limitar con Kili / Gili, uno de los grandes centros de la Edad Antigua.

Kili / Gili era conocido sólo por las monedas que acuñó pero ha sido identificada con el gran yacimiento de La Carència, en Turís. Se le calcula una extensión de varias hectáreas y una cronología que se remonta desde el siglo VII a.C. al III d.C.

Al oeste de la actual provincia de Valencia, en Caudete de las Fuentes, se encuentra la ciudad de Kelin. Con una superficie superior a la decena de hectáreas, controló y explotó el altiplano de Requena – Utiel y los caminos que llevaban a la Meseta.

Esto le permitió un contacto fluido con el mundo celtibérico, canalizando el tráfico de mercancías, lo que le valió ser un gran centro hasta la conquista romana.

El territorio de Saiti (Xàtiva) también fue extenso, aunque de la ciudad apenas se sabe, pues está en gran parte bajo el castillo de Xàtiva. Como Kelin y Kili / Gili llegó a acuñar monedas.

Además de los grandes centros existían otros asentamientos, de menor tamaño y población, los eppida de frontera, en los límites de los territorios.

Los iberos y la muerte


Los primeros elementos encontrados y asociados al periodo ibero fueron las necrópolis.

Ejemplos son la de Solivella (Alcalá de Xivert) y Altea la Vella (Altea), donde se encontraron incineraciones en las llamadas urnas de orejetas perforadas.

Las necrópolis iberas han ido aflorando con las décadas y están documentadas algunas como el Mas Nou de Bernabé (Tirig), la Vital (Gandia), el Castellar de Oliva (Oliva) o el Molar (San Fulgencio).

Los ritos funerarios no son homogéneos a lo largo del territorio. Hay grupos que erigen monumentos con estatuaria, los pilares – estela, monumentos turriformes, o los más comunes al sur del Júcar, los enterrados en hoyos con urnas de orejetas.

Algo que llama la atención de los iberos es que en los ritos funerarios ya podemos constatar que existen las élites, pues los había que se enterraban con ostentación, con elementos que denotaban su estatus social.

Un elemento común suelen ser los objetos de adorno e indumentaria pertenecientes a la persona difunta: desde imperdibles para la ropa (fíbulas), hebillas de cinturón, brazaletes o colgantes. Se les incineraba vestidos y con estas piezas.

Un aspecto novedoso de los iberos es que en muchas tumbas masculinas aparecen elementos del armamento (la panoplia): puntas de lanza, escudos o protecciones de las espinillas, así como cuchillos afalcatados.

La figura del guerrero no es nueva, de hecho los iberos eran una sociedad muy acostumbrada a la lucha armada. Pero lo que sí es nuevo es depositar la panoplia en las urnas, aproximadamente desde el siglo VI a.C., lo que denota un estatus social y el reconocimiento en su entorno de la figura del guerrero.

La evolución de las casas iberas


En torno a siglos VII y VI a.C. se constata una evolución social que se ejemplifica en las casas y su construcción.

Hasta ese momento el ejemplo de vivienda lo encontramos en asentamientos como el de los Villares (Caudete de las Fuentes): las casas son de una sola estancia, con un hogar central; están separadas por estrechos pasillos unas de otras. Esto indica relación entre sus habitantes y existencia de grupos familiares, relaciones entre iguales.

Pero a partir del siglo VII a.C. se produce una evolución, surgen las casas adosadas unas a otras y se compartimentan las estancias del interior.

Esto se aprecia en asentamientos como La Seña (Villar del Arzobispo), El Tos Pelat (Moncada) o El Oral (San Fulgencio): las casas se organizan en torno a las calles, y ya hay casas más complejas y otras más sencillas, símbolo del estatus de cada familia.

Las relaciones sociales van cambiando: de vivir en grupos familiares y de alianzas entre familias, se pasa a relaciones de dependencia entre unos y otros, con familias que dominan y dan protección a otras.

Ya existen familias poderosas, que tienen casas más grandes, con patio y objetos en su interior que denotan riqueza. Es una de las grandes evoluciones sociales de la Edad Antigua.

El poder en la sociedad ibera


Existen dos formas de enriquecerse entre los iberos, y en los asentamientos de la Comunitat Valenciana no encontramos excepciones.

Una es controlar las actividades productivas, básicamente la agricultura. Y la otra es el comercio. Ambas pueden ser complementarias en las mismas familias.

La actividad productora se concentra en asentamientos con estructuras suficientes para almacenar productos. Ejemplos son El Alt de Benimaquia (Dénia) del siglo VI a.C. y un siglo más tarde La Illeta dels Banyets (El Campello), donde se ha constatado una producción de vino que supera los límites del consumo de un grupo.

Frutales, vid y olivo, con sus frutos transformados y almacenados en ánforas suponen una moneda de cambio o regalo en favor de apoyos, alianzas y amistades.

El desarrollo del metal trajo consigo más y mejores herramientas para trabajar la tierra, con lo que se multiplicó la superficie cultivada por los grupos iberos en la Comunitat Valenciana.

La otra vía para ganar poder y riqueza es el comercio, localizado en asentamientos costeros que controlan vías de comunicación como el Grau Vell (Sagunto), el Puig de la Nau (Benicarló), el Tos Pelat o el Oral.

El desarrollo comercial marcha paralelo al agrícola porque se intercambian productos locales por otros que provienen del área del estrecho de Gibraltar y del Mediterráneo central.

Los comerciantes de la época eran de orígenes diversos, así lo atestiguan la variedad de productos y la cantidad de ánforas iberas recogidas en todo el Mediterráneo.

No sólo por las ánforas es evidente la participación ibera en el comercio, también por las cartas comerciales que así lo atestiguan. Las planchas de plomo escritas en ibero pudieron ser cartas comerciales. Se han encontrado en yacimientos y cronologías diversas, pero las primeras datan del siglo V a.C. A pesar de que la lengua ibera no tiene traducción, el que estos documentos se asocien a núcleos muy activos de comercio sugiere que los iberos tienen mucha relación con estas actividades.

Esto trae a colación otro rasgo de la cultura ibera: estaban familiarizados con la escritura y el cálculo complejo. Lo que hace deducir algo sencillo: se escribe porque se hace necesario, bien por volumen y complejidad de los intercambios, bien para dar órdenes y transmitirlas.

El uso del metal en los iberos


La producción de hierro y bronce en época ibera es muy abundante. La presencia de artesanos en los grandes centros de población es habitual, y los más pequeños asentamientos tenían fraguas desde las que se trabajaba el metal.

Las herramientas del día a día eran azadas, sierras, azuelas, picos o legones. En bronce eran habituales los elementos de adorno como las fíbulas (imperdibles) para vestir, y otros como agujas, pendientes, pinzas, campanitas o anillos. También eran metálicos los atalajes de caballo y animales de tiro, y, por supuesto, las armas ofensivas y defensivas: lanzas, espadas, puntas de flecha, cascos, umbos de escudo o piezas de protección del cuerpo.

La guerra, como ya hemos explicado, era algo presente en el día a día en la Edad Antigua, y una parte importante de los hombres eran guerreros.

El fin de los iberos en la Comunitat Valenciana


Los territorios se organizan y crecen a lo largo del siglo IV a.C., y en el siglo III a.C. alcanzan un complejo desarrollo cultural, social, comercial y político.

Los grandes núcleos lograron la explotación intensiva de sus territorios; la arquitectura, la metalurgia, la agricultura y la ganadería estaban completamente desarrolladas, y el uso de la escritura y la moneda comenzaba a generalizarse.

La producción artística asimiló las influencias helenísticas y vivió una gran evolución, como la sociedad, más jerarquizada a lo largo de los siglos de la Edad Antigua.

Esta fue la Comunitat Valenciana que encontraron las tropas cartaginesas de Baca cuando desembarcaron en la Península Ibérica en el 236 a.C. Y tras ellos los romanos en el 218 a.C.

Las potencia mediterráneas cambiaron pronto la fisonomía de los pueblos iberos. Las primeras expediciones y luego las guerras cambiaron la política de alianzas entre ciudades, ya que no podían hacer frente a la superioridad militar cartaginesa y romana.

La Segunda Guerra Púnica y la conquista romana acabaron con la evolución cultura ibera.

Los cartagineses


En el 237 a.C el ejército cartaginés a las órdenes de Amilcar Barca, junto a Asdrúbal y Aníbal, desembarcaron en Gadir (Cádiz). Desde ese momento y hasta la firma del Tratado del Ebro en 226 a.C. fundaron dos ciudades: Akra Leuke y Cartago Nova (Cartagena).

Probablemente hubo algún asentamiento más de nuevo cuño, que sería el del Tossal de Manises (Alicante) con lo que se deduce que la influencia de los bárquidas se extendía desde el este de la actual Andalucía hasta Albacete, Murica y el sur de la provincia de Alicante.

Los cartagineses estuvieron en la Comunitat Valenciana apenas 30 años, poco tiempo para que su influencia en la población sea evidente. Parece que respetaron a las autoridades locales existentes, y más que una actitud bélica, establecieron una actividad que podríamos denominar “diplomática”, que incluyó los matrimonios de Asdrubal y Aníbal con hijas de poderosos hombres iberos.

La firma del Tratado del Ebro en el 226 a.C. suponía la división de la Península entre romanos y cartagineses usando como frontera el río Ebro, y fue el resultado de la Primera Guerra Púnica. Poco después se añadió un cláusula por la que la ciudad ibera de Arse (Saguntum) quedaba excluida del tratado por ser aliada de los romanos.

Pero entre el 219 y el 218 a.C., Aníbal asedió y conquistó la ciudad de Arse (Saguntum), iniciando, tal como narran los textos latinos, la Segunda Guerra Púnica. De Sagunto se dirigió al norte, cruzando el Ebro, pero los romanos movilizaron a las tropas de Escipión, derrotando a los cartagineses en Cesse, y más tarde en la desembocadura del Ebro.

En el 212 a.C. los romanos recuperaron Saguntum y continuaron hacia el sur, donde conquistaron Cartago Nova (Cartagena) en el 209 a.C., tras atravesar y poner bajo su dominio la Comunitat Valenciana.

El impacto inicial de la llegada de Roma a la Comunitat Valenciana fue escaso, y el circuito comercial dominado por los púnicos desde Ibiza no se vio afectado, ni por la guerra ni por los cambios inmediatamente posteriores. Así, la presencia púnica no desapareció inmediatamente, siguió presente, al menos, hasta los siglos II y I a.C.

Con la llegada de los romanos entramos en la última fase de la Edad Antigua.