Lucrecia Borgia (Subiaco 1480- Ferrara 1519) hija de Rodrigo Borgia, poderoso renacentista, que años después se convertiría en el papa Alejandro VI, y de Vanozza de Catanei. Lucrecia fue la única dama descendiente reconocida por el papa. Y tuvo cuatro hermanos: César, Juan y Jofre Borgia.
Su reputación estuvo manchada por numerosos prejuicios y novelescos relatos que la tildaron de asesina, obsesa sexual y aprovechada. No obstante, ninguno de los datos documentales que se han encontrado de estos episodios rocambolescos es suficiente plausible como para acuñar dichos actos criminales a su figura.
Infancia de Lucrecia Borgia
Su belleza angelical fue plasmada en diferentes obras como el fresco de Pinturicchio y los retratos de Bartolommeo Veneto, quienes la utilizaron de modelo en numerosas ocasiones.
Desde pequeña recibió una exquisita formación a cargo de la hermana de su padre, Adriana de Milà, inusual entre las mujeres de la época, pero dado su linaje era preciso que fuera una de las mujeres de excepción de la clase social más alta.
En el momento que su padre, Rodrigo Borgia, se convirtió en el papa Alejandro, esta entró en política a fin de servir los intereses de su progenitor, siendo sometida en numerosas ocasiones a contraer matrimonios de conveniencia para establecer alianzas entre países y familias. En ese preciso momento eran innumerables los candidatos que cortejaban a Lucrecia para emparentarse con el nuevo ocupante de la cátedra de San Pedro, pero los intereses de los Borgia iban un paso por delante.
Y es que a pesar de su notable educación, Lucrecia Borgia se dejó conducir por los intereses de su hermano Cesar Boriga [enlace interno] y su padre en cuanto a la conquista de territorios y acumulación de ducados. Tal fue así que dada la situación cambiante de la época sus relaciones sentimentales también fueron cambiando.
No obstante, y aunque visto desde la perspectiva actual todos estos acuerdos matrimoniales parecen una aberración, en el siglo XVI eran más que normales. De hecho, los matrimonios de conveniencia eran muy comunes entre las clases altas. Por eso los Borgia no iban a ser menos.
Bodas de Lucrecia Borgia
Así, Lucrecia contrajo matrimonio en primer lugar con Giovanni Sforza a fin de establecer importantes alianzas en Milán. Pero una desconfianza de su padre hizo que el matrimonio se acabara relativamente pronto.
El segundo matrimonio de conveniencia fue con Alfonso de Aragón, del que por cierto, a pesar de los intereses en la corona de Aragón, Lucrecia se enamoró profundamente porque además compartían intereses por la literatura y la cultura, un apunte en el que Lucrecia tuvo algo de satisfacción en los enlaces pactados de su familia.
Y es que, a pesar del repentino desacuerdo de la familia justo después de que se hiciera efectiva la unión, Lucrecia luchó por su amado y mientras las voces disidentes de los Borgia se ponían en contra de Alfonso, el papa Alejandro VI entregó a su hija el gobierno de Foligno y Spoletto. Esto le permitió a la pareja tener soltura para acomodar su residencia en Roma y tener a su primogénito, Rodrigo Borgia de Aragón.
Pero una cálida noche de julio del año 1500 la ilusionada Lucrecia sufrió un duro revés cuando los Borgia intentaron entablar relaciones con los Franceses justo cuando estos estaban en guerra contra España, salió a luz la deslealtad de Alfonso de Aragón a la corona española, lo cual sirvió de aliciente para su asesinato esa misma noche.
Después de este suceso, Lucrecia huyó con el corazón destrozado a refugiarse en el castillo de Nepi para vivir su luto. Sin embargo, a los pocos días, su padre acudió en búsqueda para que sirviera nuevamente de moneda de cambio en sus alianzas territoriales.
El tercer matrimonio de Lucrecia fue con Alfonso d’Este, duque de Ferrara, con el que tuvo tres hijos: Hércules II, Hipólito II y Elionor d’Este. Sin embargo, puesto que los Ferrara no necesitaban nada de los Borgia, estos tuvieron que empeñarse con la familia prestando diversos servicios y beneficios económicos.
Pero lo que más ensalzó el éxito de Lucrecia fue la muerte de su tercer esposo, que la convirtió en duquesa de Ferrara, haciéndola poseedora de todos sus bienes y fomentando así la participación de los Ferrara entre la alta esfera intelectual del momento. Cabe señalar las palabras del humanista francés Pierre Terrail de Bayard sobre Lucrecia, en las que la ensalza como la ‘perla del mundo’.