Vicente Blasco Ibáñez

Vicente Blasco Ibáñez 

Vicente Blasco Ibáñez
Vicente Blasco Ibáñez

Vicente Blasco Ibáñez nació en 1867 en la ciudad de Valencia. Hijo de Gaspar Blasco y Ramona Ibáñez, ambos comerciantes de origen aragonés. Blasco Ibáñez obtuvo una amplia formación política y literaria sobre la que tuvo una amplia influencia el escritor Constantí Llombart, uno de los novelistas más radicales y que perteneció al movimiento de la Renaixença. De hecho, en sus tertulias republicanas se colaba el joven Vicente Blasco, quien heredó su legado literario. 

Y fue a la edad de dieciséis años cuando el joven Ibáñez fundó su propio periódico de carácter semanal. No obstante, puesto que todavía era menor de edad, utilizó la figura de un amigo suyo como propietario del medio. En cuanto a los estudios y a pesar de su inclinación por contar historias, se decidió por estudiar la carrera de Derecho, paradójicamente porque tuvo bastante dificultad con la materia de las matemáticas, lo cual le impidió ser marino, que era su opción número uno. Sin embargo, a pesar de terminar dicha carrera en 1888, nunca ejerció de ello.  Más bien, su etapa universitaria, como es de esperar de los grandes personajes de la historia, fue particularmente entretenida, puesto que participó en diferentes acciones republicanas y anticlericales. Una de las cuales tenía por nombre ‘Los rosarios de la aurora’ organizada por el arzobispo. 

Y a raíz de estas acciones, el joven Vicente Blasco comenzó a inmiscuirse en la vida política valenciana asistiendo, como no, a aquellas reuniones que realizaba de vez en cuando el Partido Republicano Federal, y que precisamente celebraban en el Casino de las Juventudes Federales. Con el tiempo ya no solo asistía, sino que participaba mediante intervenciones en público. Y entre sus primeras charlas se dio cuenta de su elevado poder de persuasión con la oratoria, cualidad que ya habría descubierto con la escritura, pero que en ese caso adquiere una doble ventaja. Y así fue como Blasco Ibáñez comenzó ya no solo a llenar, sino a convencer, encandilar y seducir al auditorio. 

Cuestión social clasista del siglo XIX 

La lucha de clases del siglo XIX, unida a los primeros brotes del socialismo activo y revolucionario, así como el analfabetismo extendido en la sociedad valenciana de aquel entonces, unas condiciones de vida muy precarias y un tremendo arraigo al pasado sin ningún ansia por mejorar, fueron el aliciente por el que Vicente Blasco Ibáñez comenzó a movilizar sus cabos para contribuir al tan necesario progreso del pueblo valenciano, entre otras, denunciando ciertos abusos. 

Y su primer éxito en levantamientos contra el poder sucede cuando el marqués de Cerralbo es líder carlista, y en 1890 desde el periódico ‘La Bandera Federal’ levantó a los asistentes repartiendo pitos y generando un tremendo boicot. Y precisamente por eso fue acusado de injurias al poder público, además de por, anecdóticamente, huir del levantamiento vestido de pescador. Y de ahí fue desde donde comenzó a ocultarse en diferentes pueblos hasta que llegó a París, ciudad en la que pasó en invierno de 1890 y 1891. Y como Blasco Ibáñez no desperdiciaba nada, aprovechó este pequeño exilio para escribir crónicas de lo sucedido. Y así fue como dio inicio su etapa más periodística. 

Vicente Blasco Ibáñez: escritor revolucionario y republicano 

En su carrera política, Blasco Ibáñez se presentó como candidato a diputado desde el exilio en París para las elecciones de 1891. Ese mismo año aprovechó para volver a España gracias a una amnistía general. Y desde entonces, hasta 1905, Blasco Ibáñez se dedicó a la política y se convirtió en poco tiempo en el político más popular de Valencia, pero también en el más temido debido a su enorme carisma y capacidad de arrastrar gran cantidad de personas. 

Blasco Ibáñez ocupó un escaño en el Congreso de los Diputados de Valencia, entre los años 1898 y 1907, en representación del partido republicano, que se conocía como Unión Republicano. Su ideología estaba entre el republicanismo unitario y el federalismo. Su posición política y la actividad que ejercía estaban dominadas por una completa oposición a la monarquía, y mantenía firmes ideales republicanos. Y precisamente estas ideas fueron clave para hacer efectiva en noviembre de 1894 la fundación del periódico ‘El Pueblo’ de tinte republicano.  

Blasco Ibáñez Escritor de novelas 

Como único y principal autor de su diario, Blasco Ibáñez escribió más de mil artículos, crónicas anónimas y gacetillas con una sorprendente originalidad. Y que, además, vendiéndolo a la mitad de precio del resto de prensa valenciana se hizo un hueco en el mercado. Y no solo el precio era elemento diferenciador del resto de prensa, pues en sus folletines utilizaba titulares fácilmente identificables por la población más popular del momento. Los folletines eran un género literario estilo cuento, de carácter dramático y ficticio con un ritmo acelerado, argumento verosímil y, por supuesto una elevada simplicidad psicológica. De ahí, como se ha explicado, que las personas populares se vieran fácilmente reflejadas. Y aunque muchas veces los folletines solían girar en torno a tramas amorosas, lo truculento y morboso, junto con lo tenebroso y enigmático también eran temas centrales que atrapaban a los lectores. 

Otro de los aspectos que caracterizaba a Blasco Ibáñez en su don de la escritura era precisamente su estilo, altamente desenfadado, en el que conjugaba a la perfección el melodrama, la pedagogía y el ingenio en sutiles e interesantes argumentos. 

Vicente Blasco Ibáñez: Líder del republicanismo en valencia 

Entre sus múltiples vertientes de conocimiento, también organizó y posteriormente lideró un movimiento de masas, muy semejante a los que, por aquel entonces, acontecían en Europa. 

Una de las bases del movimiento de masas era el nuevo proletariado industrial y antiguo artesano, quienes comenzaban a conocerse como clases trabajadoras. Otra de las bases del movimiento, en este caso, la organizativa, era la construcción de una red de siete casinos republicanos que integraba la ciudad de Valencia y que distribuidos estratégicamente en los barrios más populares de la ciudad consiguieron ser centros neurálgicos de reunión, pero también espacios para la socialización. Una socialización que no admitía a cualquiera, sino únicamente a la parte de la población con las ideas más avanzadas, eso era requisito indispensable. Pero también debían cumplir con otros propósitos, como ser enemigos de los curas y ser pro república social. En conjunto, este sector propiciaba una identidad individual, pero también de carácter colectivo, precisamente en un periodo histórico en el que las personas se identificaban según y de acuerdo a la ideología que mantenían. Además, esto era una de las cualidades que los definía y de la que se sentían altamente orgullosos. 

Y es que el republicanismo era un instrumento válido y muy efectivo para la movilización ciudadana. Cuando el diario dirigido por Blasco Ibáñez anunciaba una movilización ciudadana, en instantes cientos de personas se reunían y acudían a la misma. Muchas veces la finalidad era recibir a un determinado personaje como Canalejas, y otras únicamente en protesta reivindicativa de una idea o para obstaculizar alguna procesión. 

Por otro lado, con el transcurso de las semanas se iba viendo cómo evidentemente, los casinos extendidos por la capital del Turia actuaban como difusores culturales exponenciales de una enorme, no solo variada cultura, sino que desprendían mucha vitalidad, sobre todo en temáticas referidas a los derechos humanos. 

El Blasquismo de Blasco Ibáñez 

Alrededor de la figura pública que ya era por aquel entonces Vicente Blasco Ibáñez, se configuró el movimiento político que recibió el nombre de ‘Blasquismo’. Este movimiento abogaba por republicanismo, por supuesto, siempre y cuando este fuera anticlerical, y también apoyaba y luchaba por el reformismo económico a través de la difusión de la propiedad. 

Y así fue cómo Ibáñez desarrolló otra de sus facetas: un movimiento político, el cual tenía sus antecedentes, por una parte, en la Revolución Francesa. En concreto de esta revolución cogía la figura de los ‘sans culottes’, que eran defensores del principio roussoniano. Este principio sostenía que la soberanía popular debía ser ejercida y para ello era necesaria una previa movilización en las calles de forma continuada, que hacían los blasquistas. 

Lejos de sorprender a la población, por su elevado carisma y poder de convicción, el blasquismo venció en las elecciones y Valencia permaneció bajo su hegemonía y mandato desde 1898 hasta 1933. Cabe señalar, tal y como diferentes pensadores han indicado, entre ellos Ramiro Reig, que la fuerza suprema del movimiento yacía precisamente en la asunción de la cultura popular, pero también en la necesaria identificación que el movimiento hacía de esta con la cultura republicana. 

Y para que esta identificación fuera efectiva se empleaban diferentes normativas que lo aseguraban: en primer lugar, se hacía uso de un lenguaje espontáneo, de calle, con vulgaridades y coloquialismos más tirando a formas plebeyas y desgarradas, fiestas de barrio, mucho ruido…. Que acabaron convirtiendo al republicanismo ya no solo en una ideología política, sino en un modo de vida. 

Pero, como cada idea, instauración o pensamiento, el nuevo modo de vivir del republicanismo también generó ciertos problemas, uno de los cuales fue la tendencia a lo irracional. El exceso de populismo y de grosería derivó en unos estándares muy altos de residuos emocionales generados a lo largo de este tiempo. Y no solo las formas poco amables eran icono del deterioro, sino que incluso la justicia tuvo que intervenir hasta en tres ocasiones. Una de ellas por su alboroto de carácter anticlerical contra la expedición de peregrinos que se dirigían a Roma. Cabe decir que ya en 1892 mostró su rechazo a esta parte de la sociedad mediante la publicación de una novela atentando contra los jesuitas, bajo el nombre ‘La araña negra’. El segundo caso de detección de Vicente Blasco Ibáñez tuvo lugar en 1896 por hostigar a las masas en contra de la guerra de curva. Y precisamente esta sublevación es lo que le obligó a huir al país italiano. Aun así, Blasco Ibáñez no cesó en ningún momento en su labor literaria, sobre todo, por la nostalgia que sentía hacia su país natal. Y así fue como ideó la obra ‘En el país del arte’ una de las mejores creaciones, por cierto, y guías sobre Italia, en la que destacaba la grandiosidad de su historia y monumentos como la catedral de Milán, el Foro Romano, las obras de Miguel Ángel y Rafael, Pompeya, la Capilla Sixtina, el Vaticano, Venecia, Nápoles y Florencia entre otros muchos emblemáticos destacables son descritos en el mismo. Más tarde, todas esas crónicas fueron publicadas en su periódico. 

Años después, Blasco Ibáñez fue trasladado a una prisión de Valencia, en concreto a la cárcel de San Gregorio, donde permaneció desde el invierno de 1896 hasta el invierno de 1897, periodo que nuevamente no desaprovechó para continuar con su labor literaria y escribió ‘El despertar de Buda’ una narración histórica de Siddharta Gautama, personaje místico que huye del palacio de su padre en busca de lograr la iluminación debajo del árbol Bodhi. Y precisamente es durante esta época de su vida en la que se considera que Blasco Ibáñez escribió la mejor parte de sus obras con novelas de tradición valenciana, pero también con tintes sociales. 

Sus problemas con la justicia no acabaron aquí, y nuevamente en 1898, encabezó una manifestación contra la monarquía, por lo que nuevamente fue encarcelado, y a raíz de este suceso, tuvo lugar la etapa de mayor brillo artístico en la escritura de Blasco Ibáñez. Algunas de las obras más reseñables de este periodo son: ‘Arroz y tartana’ en 1894; ‘Flor de Mayo’ de 1895; ‘La barraca’ de 1898; ‘Entre naranjas’ del año 1900; ‘Cañas y barro’ de 1902, ‘La catedral’ de 1903; y ‘El intruso’ de 1904, entre otras. 

Cabe señalar que las obras de ficción que escribió más próximo a su última época sirvieron si bien para evadirse de la realidad. Mientras que aquellas novelas con tinte naturalista tenían el objetivo contrario, el de afrontar la misma realidad a través de la política como máximo exponente capaz de transformarla. Y aquí es donde cobra especial sentido la política blasquista descrita en parte de su obra, sobre la que el propio Blasco Ibáñez pretendía construir la verdadera historia de España. 

Y ligado a su vertiente escritora fundó durante ese periodo la editorial ‘Prometeo’ junto a su amigo Francisco Sempere, en la que publicaría numerosas obras, tanto de autores clásicos como contemporáneos, entre los que se encontraba Quevedo, Zola, Aristófanes, Maupaasant, Dostoievski, Nietzsche, Shakespeare, Darwin, Max o Voltaire, entre otros. 

En su carrera política, Blasco Ibáñez fue elegido como diputado y aprovechando su faceta literaria y su estancia en la capital de España para ocupar su puesto, escribió diferentes y muy variadas crónicas para su periódico ‘El Pueblo’ en las que describía la ciudad de Madrid. 

Y siguiendo en el campo político, en 1903, el Blasquismo se quebró con motivo del atroz ataque popular realizado por el número dos del movimiento, Rodrigo Soriano quien, en contra de su propio líder, Blasco Ibáñez, y provocado por sus propios deseos de ocupar el lugar de Ibáñez. No obstante, dada la escisión definitiva de la formación Soriana, Rodrigo formó un nuevo partido, que concluyó en una guerra fatal entre los partidarios de Blasco Ibáñez y los seguidores de Soriano. Esta guerra consecuentemente generó un nocivo clima político en Valencia, provocando a su vez grandes disturbios con tiroteos de por medio. 

Por todas estas revueltas y clima turbio que se había fraguado, cuando en 1905 Blasco Ibáñez volvió a ser elegido diputado, se trasladó a la capital de España para desde allí desarrollar su actividad política. En 1907 volvió a ser elegido y aunque en 1908 podría haber mantenido su escaño, decidió renunciar al mismo y abandonar la vida política. Y optó por emplear este tiempo en otros menesteres, hasta su vuelta durante la dictadura de Primo de Rivera. 

Viajes de Madrid a Argentina 1905- 1914 

Su abandono de la política permitió a Blasco Ibáñez volcarse únicamente en su faceta literaria y a promocionar sus obras; aquellas que publicaba a través de su editorial de Valencia, Prometeo, fundada como se ha explicado con su amigo Sempere. 

Su estancia en Madrid le sirvió si bien para conocer aspectos de la vida que todavía se le escapaban a pesar de su inmensa cultura, como es el caso de los salones, la ópera o el teatro, también la vida mundana de las tertulias, las noches galantes….Y durante este periodo de experimentación y conocimiento, una noche en el salón Colombine, conoció a la esposa del embajador de Chile, de la que posteriormente se enamoraría y con la que mantendría una larga relación de amor. Es más, con ella viajaría a Oriente, experiencia que le sirvió para escribir nuevas crónicas, que más tarde vendería tanto en España como en América Latina. Pero, sin duda, la novela que alcanzó mayor éxito a nivel internacional fue ‘Sangre y Arena’, publicada en 1908. 

Uno de los primeros viajes que Vicente Blasco hizo es con motivo de ofrecer una gira de conferencias fue a Argentina. Y lo hizo concretamente en 1909, momento en el que llegaría a Buenos Aires para obtener todo un éxito que le haría enriquecerse notablemente. Pues entre otros, los temas que protagonizaron sus conferencias en Argentina fueron diferentes pintores del Renacimiento, Napoleón, la Revolución francesa, pero también temas de filosofía y cocina. 

Blasco Ibáñez también viajó por Chile, donde siguió ofreciendo conferencias en algunas ciudades como Concepción, Santiago y Talca. Tras esta pequeña aventura americana, regresó a Madrid para escribir la crónica de su recién finalizado viaje a Argentina, obra en la que quiso reflejar todo cuanto había conocido del país para mostrar su hermosura y dejar constancia de su belleza. 

Aventura argentina de Blasco Ibáñez 

Durante su estancia en Argentina, Blasco Ibáñez visitó varios lugares, entre ellos la hermosa Patagonia. Concretamente en la región del río Paraná compró diversas tierras para hacer una colonización masiva. Y para cultivar y explotar dichas tierras, Blasco Ibáñez llevó a tierras americanas a diversos labradores valencianos, de su tierra, quienes arrendaron aquellas propiedades.  Durante los tres siguientes años Blasco Ibáñez se volcó en el cultivo de sus nuevas propiedades agrícolas poniendo en marcha las colonias, a las que bautizó como ‘Nueva Valencia y Cervantes’. 

No obstante, aunque augura buena pinta, el proyectó desembocó en un tremendo fracaso, pues se había dejado llevar por un ideal imposible que él tenía en su cabeza. Y los colonos valencianos, a quienes había llevado allí, se comenzaron a apañar por su cuenta, prescindiendo de Blasco Ibáñez como cabeza de grupo. No obstante, de toda esta anecdótica aventura colonizadora, ‘Corrientes y Nueva Valencia’ fueron el granero arrocero de la Argentina, y no solo conservan el nombre en la actualidad, sino que su existencia se debe precisamente a mantener los procedimientos de regadío, que, en su día, estableció Blasco Ibáñez y por la labor de aquellos agricultores valencianos. 

Escritor de éxito internacional 1914- 1923

Desde 1914 a 1923 Blasco Ibáñez se focalizó completamente en su faceta como escritor y precisamente por su falta de dinero decidió convertirse en un escritor internacional. Si bien para abordar este puesto de éxito tomó el camino de escribir best-sellers. Y para emprender este viaje literario se trasladó a París, como capital cultural del mundo por aquel entonces. Pero no lo hizo solo, pues viajó junto a él su compañera Elena Ortúzar. 

Así, durante el verano de 1914, en plena guerra mundial, Blasco Ibáñez aprovecharía el momento para sacar extensos reportajes sobre lo que estaba aconteciendo. A la par que empleaba su propia editorial valenciana como herramienta divulgativa para una serie de fascículos, que además de crear él mismo, editaba bajo el título ‘Historias de la guerra europea’. 

Pero, sin duda, la novela que lo llevó definitivamente a la cima del éxito fue ‘Los cuatro jinetes del Apocalipsis’ a la que le siguieron maravillosas obras, convirtiéndo todas ellas en un enorme legado, el legado de Vicente Blasco Ibáñez. Algunos de los títulos más emblemáticos son: ‘Mare Nostrum’ de 1918, una intensa novela que versa sobre la guerra en el mar; ‘Los enemigos de la mujer’ de 1919 en la que habla sobre la retaguardia, y cuya obra completa la trilogía sobre la Gran Guerra. Como anécdota, voces disidentes comentan que esta obra fue un encargo personal de Raymond Poincaré, presidente de Francia. 

En 1921 Blasco Ibáñez en uno de sus tantos viajes, hizo una parada en España de camino a la Costa Azul, lugar en el que había adquirido una villa y a la que llamó Fontanarrosa, pues esto le hacía recordar a su chalé en la Malvarrosa de Valencia, su tierra natal. Pues bien, a su paso por la capital del Turia, recibió un enorme homenaje y fue elogiado. Es más, en homenaje a su labor, el Ayuntamiento le dedicó el nombre de una calle, la calle en la que él mismo había nacido, dejando así un legado más en su querida Valencia. Y durante esta visita Blasco Ibáñez aprovechó para alentar a las masas, quienes le consideraban un ídolo, tras su triunfo político internacional. De hecho, Blasco Ibáñez se había convertido ya en un mito social y referente republicano y de la libertad. Y con el paso de los años, se fue manteniendo la consideración de Vicente Blasco Ibáñez como el personaje público más popular de la ciudad de Valencia. 

Ya en su finca de la Costa Azul, Blasco Ibáñez volvió a volcarse en su labor como escritor, es más, incluso recibió numerosos encargos y adelantos económicos precisamente para explotar su labor como narrador de historias y crónicas alrededor del mundo. De este modo, Vicente Blasco Ibáñez comenzó a realizar otra tanda de muy diferentes y diversos viajes a lugares exóticos para luego reflejarlos en un libro bajo el título ‘La vuelta al mundo de un novelista’, una obra que se publicaría en tres volúmenes entre 1924 y 1925. 

Blasco Ibáñez contra la dictadura de Primo de Rivera 1923- 1928

No obstante, antes de iniciar su viaje alrededor del mundo Blasco Ibáñez supo de la instauración de la dictadura de Primo de Rivera en España. Sin embargo, ya alejado de la vida política continuó con sus proyectos literarios. Pero esta decisión no fue ni acogida y entendida por Manuel Azaña, quien comenzó contra él una dura campaña de desprestigio. 

Tiempo después, Vicente Blasco regresó de sus andanzas, convencido de haber cumplido su labor novelística y dispuesto a combatir la dictadura. Además, tras su alejamiento volvió con las energías suficientes para enfrentarse de nuevo al mundo y a la política. Y aunque muchas personas desconocían el motivo de este nuevo giro profesional de Blasco Ibáñez, él lo tenía bastante claro, ya que, durante sus viajes y su tiempo de dedicación a la literatura, también había mantenido contacto con algunos personajes políticos de la época, como es el caso de Santiago Alba, quien le habría explicado a Blasco con pelos y señales, lo que en España sucedía, como el confinamiento de Unamuno en Fuerteventura, entre otras. Y así fue como se comenzó a fraguar la oposición al régimen político, a la dictadura de Primo de Rivera por parte de Blasco Ibáñez, desde París. Y con toda la información proporcionada por Alba, Blasco Ibáñez preparó lo que sería su vuelta a la política. Cuidadosamente comenzó a realizar filtraciones a la prensa de sus intenciones y en el homenaje a Emile Zola hizo, por fin público su discurso, que fue recogido tanto por diarios de Europa y América. 

Vicente Blasco Ibáñez publicó en 1924 en París ‘Una nación secuestrada (El terror militarista en España) una serie de folletos a las que se unía la obra ‘Lo que será la República española (Al país y al ejército)’ y ‘Por España y contra el rey’. Ibáñez utilizó la publicación de estas obras precisamente para denunciar públicamente la dictadura de Primo de Rivera, además de al rey Víctor Hugo ante Napoleón III.  Y además de esos folletos, Blasco Ibáñez desarrolló la revista ‘España con honra’ el órgano de la oposición exiliada a la Dictadura. No obstante, y tras esta publicación Blasco Ibáñez obtuvo una invitación para formar parte de la Real Academia Española, invitación que rechazó. 

Y como había enfatizado su total oposición a la dictadura de Primo de Rivera, desde el Ayuntamiento de Valencia se hizo pública una campaña de comunicación vejatoria con intención de denigrar la figura del propio Blasco Ibáñez y momentáneamente se arrancó la placa de la calle a la que le habían puesto su nombre. 

Últimos días de Blasco Ibáñez

Y en medio de todos estos acontecimientos, en su residencia Fontana Rosa en Mentón, Francia, la novela definitiva que iba a ser precisamente el relato de su vida bajo el título de ‘La juventud del mundo’, falleció de forma inesperada el 28 de enero de 1928, justo un día antes de cumplir los 71 años debido a las complicaciones repentinas que sufrió a causa de la neumonía que padecía.

Los restos de Blasco Ibáñez fueron trasladados a Valencia tras la proclamación de la Segunda República Española haciendo reales sus deseos en vida de descansar en el cementerio de Valencia al lado justo de Mare Nostrum a quien atribuía su sabiduría. 

Vida privada Vicente Blasco Ibáñez

Vicente Blasco Ibáñez ocupó diferentes facetas a lo largo de su vida. Campos del conocimiento entre los que derramó sus ingenios entre la política, literatura y periodismo, entre otras. Fue un hombre de acción donde los hubiera, firmemente convencido de sus ideales y entusiasta de Miguel de Cervantes. Otra de sus pasiones era la música, por la que sentía un especial enamoramiento, tanto como de la literatura, su faceta más explotada. 

Blasco Ibáñez contrajo matrimonio con María Blasco y tuvieron cuatro hijos: Julio César (fallecido a los 24 años), Mario, Sigfrido y Libertad. Durante uno de sus exilios en Mentón, su mujer falleció. Por tanto, Blasco Ibáñez contrajo un segundo matrimonio con la chilena Elena Ortuzar. 

A pesar de sus múltiples viajes y tiempo en el exilio conservó una villa en la Playa de la Malvarrosa de Valencia, en la que se reunían amigos suyos e intelectuales de la época para debatir diferentes temáticas del momento. Actualmente, dicha villa, propiedad de Blasco Ibáñez es precisamente un museo dedicado a él: la Casa- Museo Vicente Blasco Ibáñez. 

Vicente Blasco Ibáñez obras

La obra de Vicente Blasco Ibáñez se divide en diferentes ediciones. Sobre todo, escribió en castellano a pesar de ser de Valencia. No obstante, quizás para ensalzar su idioma materno, sí que existen algunas obras en valenciano como ‘Lo Rat Penat’. En cuanto a los géneros literarios, se decantó sobre todo por explotar la narrativa, el ensayo y la investigación. Aunque algunos críticos le habrían incluido entre el grupo de escritores de la generación del 98, lo cierto fue que dichos integrantes nunca lo admitieron y Blasco Ibáñez se identificó más bien con un estilo naturalista, sobre todo en aquellas obras cuya temática estaba centralizada en las tradiciones valencianas. 

No obstante, a pesar de no entrar en ninguna generación literaria, Vicente Blasco Ibáñez fue un hombre con fortuna, que explotó diferentes y muy variadas facetas de su vida. Sin dejar de lado su arrolladora personalidad, vitalidad e impetuosidad, que en ocasiones le costó la antipatía de personalidades. 

Sin embargo, incluso uno de sus mayores detractores, Azorín escribió numerosas palabras de admiración por este escritor valenciano al ensalzar la cultura y la tierra valenciana. 

Vicente Blasco Ibáñez libros

  • El catecismo del buen republicano federal. Imprenta Ripollés, Valencia, 2 vols (1892).
  • París, impresiones de un emigrado. M. Senent, Valencia (1893)
  • El juez. Drama en tres actos y en prosa, Valencia: Imprenta de Ripollés, 1894.
  • En el país del arte (tres meses en Italia), Valencia: El Pueblo, 1896.
  • Oriente (viajes), Sempere, 1907.
  • Argentina y sus grandezas, Madrid: Hispanoamericana, 1910; 2.º ed. Buenos Aires: Institución Cultural Española, 1943
  • La sombra de Atila: emociones de la guerra grande, Santiago de Chile: Editorial Chilena, 1916.
  • El militarismo mejicano: estudios publicados en los principales diarios de los Estados Unidos, Valencia: Prometeo, 1920.
  • Una nación secuestrada (el terror militarista en España), París, 1924.
  • La vuelta al mundo de un novelista Valencia: Prometeo, 1924-1925, 3 vols.
  • Por España y contra el Rey (Alfonso XIII desenmascarado), París: Excelsior, 1925.
  • Lo que será la República Española (Al país y al ejército), París, 1925.
  • Historia de la guerra europea de 1914. Valencia: Prometeo, 1914-1921, 9 vols.; 2.ª ed. 1920-1930, 9 vols.
  • Historia de la revolución española (desde la Guerra de la Independencia a la Restauración de Sagunto) 1808-1874, Barcelona: La Enciclopedia Democrática, 1890-1892, 3 vols; 2.ª ed. Madrid: Cosmópolis, 1930-1931, 15 vols.
  • Estudios literarios, 1933.

Cabe saber que los originales de Blasco Ibáñez, de acuerdo con la legislación española, pasaron a propiedad pública en el año 2008, momento en el que se cumplían 80 años de la muerte de este espléndido autor. 

Legado de Vicente Blasco Ibáñez

Vicente Blasco Ibáñez nació en una época en la que la relevancia de defender la verdad y la libertad era vital. Y él lo hizo, además de conseguir bienestar para la población, además de fama y vida.