Jaime I, nacido en Montpellier en el año 1208 y fallecido en Valencia en el 1276, fue acuñado como el Conquistador por sus dotes en la toma de territorios de los que ocuparía, por cierto, un puesto destacado. Entre ellos, fue nombrado rey de Aragón, de Valencia y de Mallorca. Pero también conde de Barcelona y de Urgel, y señor de Montpellier, su tierra natal.
Y aunque es considerado uno de los personajes históricos más relevantes del siglo XIII a punto estuvo de no ser engendrado y, por ende, no existir, si no hubiera sido porque su padre sufrió un tremendo engaño.
El engaño de Pedro II de Aragón
Hijo de Pedro II de Aragón y de María de Montpellier, el matrimonio de los padres de Jaime I, como muchos otros de la época, se hizo efectivo por meros intereses económicos. Y es que, gracias a este enlace, Pedro II obtuvo enormes beneficios en la soberanía de la ciudad de Montpellier.
Y como todo fue un enlace de conveniencia, evidentemente derivó en una escasa vida marital, de hecho se cuenta que Pedro no soportaba ni ver a su esposa. Por este motivo se vaticinaba que ambos monarcas morían sin descendencia y, por ende, sin heredero a los tronos que regentaba el rey Pedro.
Y dada esta terrible situación la reina entró en un estado de desolación permanente. Además de por el continuo rechazo de Pedro hacia ella, porque este se desentendió de toda obligación económica y gubernativa.
Incluso cuando ocasionalmente viajaba a Montpellier ni siquiera se dignaba a visitar a la que era su esposa.
La situación era insostenible y derivó en el enorme descontento de los vasallos de María y los prohombres de Montpellier, quienes aprovecharon la atracción que Pedro II sentía hacia una dama del reino para organizar una cruel emboscada.
La controvertida concepción de Jaime I
Según cuenta la historia hablaron con Guillén de Alcalá (privado de los negocios del rey) para que convenciera a Pedro II a acudir a la cámara en la que se encontraría con la dama que tanto anhelaba conocer. Y, además, para no ser vista por el resto de personal, el proceso se desarrollaría en la oscuridad. Pero en el último momento, este cambió a la deseosa dama de Pedro por su esposa doña María.
Mientras su encuentro tenía lugar un séquito de vasallos, barones del reino, religiosos, doncellas, dos notarios y el oficial del Obispo sostenía cirios encendidos para proveer el encumbramiento.
Y no solo eso, pues el plan llevaba tiempo planteándose mediante la realización de misas en Santa María de Taules y Santa María de Vallvert. Pero también se guardaron ayunos para que con el alma limpia las oraciones fueran más efectivas y Dios concediera un hijo a los reyes.
Quién era María de Montpellier
Tras pasar la noche de autos de mayo de 1207 y mientras amanecía, el régimen de personas que había acudido para orar por la concepción del heredero al trono entró en la cámara exigiendo al rey que reconociera a la dama que dormía a su lado.
Y así fue como nueve meses después, en febrero de 1208 nació Jaime I el Conquistador en la misma casa de los señores de Tornamira en Montpellier. Nada más nació fue llevado a las iglesias de Santa María y San Fermín para ser bendecido.
Asimismo, y siguiendo el ritual de las velas, su madre, la reina María ordenó encender 12 velas en honor a los 12 Apóstoles y pidió asignar el nombre de cada Apóstol a una vela.
Este ritual fue por lo que denominó a su primogénito como Jaime (Santiago), pues María, prometió a Dios que la vela que más tiempo durase sería el nombre que le pondrían al pequeño monarca dejando a en su voluntad dicho nombre.
Esa vela fue la del Apóstol Santiago, nombre que etimológicamente equivale a Jaime, Jacobo o Yago. Y dado que su significado hace referencia a algo cambiante, pero también seguridad, arrogancia positiva y el camino que te mantiene el constante movimiento, se cuenta que, dado el acontecimiento de los cirios, fue el mismísimo Dios quien le puso por nombre ‘El Conquistador’ al pequeño Jaime I, engendrado de forma casual.