El papa Alejandro VI, anteriormente conocido como Rodrigo de Lançol y Borgia o Borja (Játiva, Valencia 1431- Roma 1503) fue uno de los papas perteneciente a la familia de los Borgia. Realizó una acelerada carrera eclesial siempre amparado por su tío, Alfonso Borgia, quién también desempeñó el papel de papa bajo el nombre de Calixto III.
Biografía Rodrigo Borgia
Rodrigo de Borja, hijo de Jofre de Borja Escrivá y de Isabel de Borja, hermana del papa Calixto, nació y creció en una familia de la pequeña nobleza local. En 1437, cuando solo tenía seis años, su padre falleció, y la familia se trasladó a Valencia, asentándose en el palacio de su tío Alfonso de Borja, que entonces residía en Roma y ocupaba el puesto de cardenal de la capital italiana desde 1444. A este lugar se trasladó años más tarde Rodrigo para recibir enseñanzas jurídicas y religiosas en la Universidad de Bolonia, donde destacó por sus grandes dotes académicas.
En 1455 su tío, el cardenal Alfonso Borja fue proclamado pontífice con el nombre de papa Calixto III. Esto favoreció enormemente a Rodrigo de Borja, y el primer paso, aunque fracasado, fue la propuesta para ostentar el cargo de obispo de Valencia. Sin embargo, Alfonso V, que reinaba en España, lo impidió porque ya tenía pensado un candidato mucho mejor para el puesto, su sobrino Juan de Aragón.
No obstante, este primer traspié no afectó demasiado a Rodrigo, quien en los siguientes años estudió y se doctoró en la Universidad de Bolonia.
La segunda propuesta de Calixto para que su sobrino accediera a la nobleza eclesial como obispo de Gerona en 1457 también fue rechazada por el monarca. Y no es que el poder del reino estuviera por encima del Vaticano, sino que la relación de confianza y mutuo agrado que existía entre Calixto III y Alfonso era tal que no llevaban a término sus deseos si ambos no estaban de acuerdo. En este caso el pretendido ascenso de Rodrigo no acababa de gustar al monarca.
No obstante, en 1457 ocurrió un hecho que desterró el freno asignativo del papa Calixto y fue la muerte de Alfonso V. A partir de entonces este no tuvo el deber moral con ningún otro monarca para cuadrar sus decisiones y pudo decidir, y de hecho decidió autoritariamente la concesión a su sobrino del obispado de Valencia.
De este modo, Rodrigo Borgia tomó posesión de su cargo como obispo de la capital del Turia en el año 1458, el mismo año en el que se produjo la muerte del papa Calixto III. Su cargo como sumo pontífice fue ocupado por el papa Pío II, con quien por cierto, Rodrigo no acabó de entablar una buena relación. Y es que Rodrigo de Borja llevaba una vida poco común en el mundo religioso de la época y eso al nuevo papa no le agradaba. Y es que tal y como se ha contado a lo largo de la historia, el cardenal Borja exhibía su sensualidad y promiscuidad abiertamente, y aunque fue llamado al orden por Pío II, no hizo el mínimo gesto para cambiar su conducta, es más, en 1468 nació su primogénito de madre desconocida al que le ponen el nombre de Pedro Luis y al que le siguieron dos hermanas: Isabel y Jeromina.
Pero no fueron sus únicos hijos, pues tras juntarse con Vanozza Catanei tuvo a César, Juan, Lucrecia y Jofre Borgia, mientras su vida de obispo se movía entre lujo y derroche.
Durante este periodo también mandó construir el palacio de la Cancillería vieja, que en la actualidad se conoce como el palacio de los Sforza- Cesarini. A pesar de sus discrepancias y poco aceptación por el papa Pío II, Rodrigo Borgia siguió con su rebelde estilo de vida, aún sabiendo que su relación con el papado no era buena. Sin embargo, una vez sustituido el papa por Sixto IV el ascenso de los Borgia comenzó a ser notable, pues este le nombró cardenal para la península Ibérica a cambio de que Borgia organiza la cruzada contra los turcos en 1472.
Rodrigo Borgia llegó a Valencia el 18 de junio de 1472 para colaborar con Juan II de Aragón y apoyar la causa de Isabel como heredera de Castilla. Y es que esta tenía diferentes conflictos con su hermano Enrique IV, quien procuraba que fuera su hija, Juan la Beltraneja la que heredará dicho trono mediante la anulación del Tratado de los Toros de Guisando, por medio del cual se había nombrado a Isabel como heredera legítima de la Corona de Castilla.
¿Y para qué sirvió la presencia del cardenal Borgia? Precisamente para poner orden en Castilla que por aquel entonces se encontraba bastante agitada y para con su influencia ser utilizada por Juan II de Aragón a favor de Isabel y Fernando. Y es que tiempo atrás, Juan II ya había solicitado la legitimación del matrimonio entre su hijo Fernando e Isabel, que en tiempos de Pío II jamás fue concedida.
Sin embargo, el cardenal Borgia sí consiguió dar fruto al matrimonio de los príncipes, convirtiéndolos en los futuros Reyes Católicos. Y para conseguir más apoyos a la corona, Rodrigo Borgia nombró al cardenal Pedro González de Mendoza a cambio de que este apoyara la causa isabelina, pues entonces Mendoza estaba en el bando de Juana. Junto a este también se encontraba el hermano de Isabel, Enrique IV, con quien gracias también al cardenal Borgia Isabel se reconciliara para conseguir su apoyo. Este hecho tuvo lugar en un mítico encuentro en Segovia en 1474. Por todo ello, se ensalzó el papel decisivo de Borja tanto en la etapa de la guerra civil de Castilla, en la que las noblezas rebeldes poco a poco fueron reconociendo a Isabel suprimiendo su apoyo al bando contrario; como en su espléndida habilidad en asuntos diplomáticos y políticos, como experto en derecho canónico y administración curial.
Esto no solo dio cuenta de sus eficientes servicios, sino que sirvió para que el papa Sixto IV le concediera nuevos e importantes beneficios eclesiales. El primer lugar, le nombró obispo de Albano y de Porto, también decano del Colegio Cardenalicio y por último, decano también de las diócesis de Cartagena, MaLlorca y Egen, esta última en Hungría; algunos de los mismos accedió ya con el nuevo papa Inocencio VIII. La cuestión es que los logros de Borja como cardenal no solo consiguieron acrecentar su ego, sino que lo convirtieron en uno de los cardenales eclesiales más ricos.
En 1492 tras la muerte del papa Inocencio VIII el cardenal Borgia por fin pudo acceder a tan deseoso puesto clave del mandato superior de la iglesia. Pues aunque su nombre no figuraba en ninguna lista, a pesar incluso de ser extranjero, Rodrigo Borgia fue elegido como el nuevo papa bajo el nombre de Alejandro VI. Incrementando, dicho sea de paso, la lista de papas con sangre Borgia.
Alejandro VI papa
El nombramiento de Alejandro VI fue apoyado tanto por los Reyes Católicos, en respuesta al gran favor recibido por su reconocimiento matrimonial, como por el cardenal Sforza, poderoso hombre eclesial de la época. Y es que además, en esos momentos Italia se encontraba brutalmente amenazada por Carlos VIII de Francia y pos los otomanos, por eso también la figura firme y vigorosa de Borja como nuevo papa sería el único capaz de defender el país.
En ese sentido ni su peculiar estilo de vida ni su conducta pervertida fueron suficientes para tumbarlo, pues por unanimidad fue elegido por sus amplias dotes como político y estadista.
Qué reformas hizo Alejandro VI
Con el amplísimo currículum de Borgia, del papa Alejandro VI no solo se esperaba una reforma de la Iglesia, sino también cambios sustanciales que mejorarán la administración, pero sobre todo que se trabajara por la cruzada.
En 1493, al poco tiempo de ser nombrado papa, empeoró su relación con el rey de Nápoles, así como con Ferrante. Por el contrario, se acercó a Carlos VIII de Francia para negociar la Liga de San Marcos con Venecia y Milán. En este proceso rehizo la Liga de Lodi en Lombardía y abrió un eje entre Venecia, Milán y Roma.
Aun habiendo entablado relaciones con el rey francés, para evitar que éstos intervinieran Italia, articuló el matrimonio entre su hija Lucrecia Borgia y Giovanni Sforza de Milán.
Por su parte, los Reyes Católicos, en su intento de frenar la política anti napolitana, restablecieron el eje vertical de Lodi admitiendo a César en la sede de Valencia y estableciendo la flota catalano aragonesa al servicio de Alejandro VI. A cambio, en efecto, solicitaron el matrimonio de Juan de Borja (segundo duque de Gandía) con María Enríquez, prima del rey.
Esta propuesta fue aceptada por el papa, es más a raíz de la misma otorga diferentes beneficios a Castilla y tierras en el océano Atlántico.
Pero este no fue el único matrimonio que consolidó la alianza de territorios, pues Jofre Borgia y Sancha de Aragón (nieta de Ferrante) se afirmaron como el nuevo eje entre Roma, Nápoles y Florencia.
Alejandro VI siguió la tradición de los papas de época centrándose en desarrollar una política que unía las ambiciones familiares y los interés del Vaticano en aquella época. Y es que el hecho de que muchos otros papas hubieren tomado como residencia habitual Aviñón, unido a la lucha de los romanos por recobrar su libertad municipal situaron a la Santa Sede en una posición peligrosa.
Hasta el año 1498 Alejandro VI mantuvo su oposición a las ideas de Carlos VIII de Francia en cuanto a la invasión de Nápoles. Y aunque en esta línea consiguió el apoyo de las dinastías de Cataluña y Aragón mediante los citados casamientos de dos de sus hijos con miembros de las coronas, en 1499 se decantó a favor de los franceses. Y para crear lazos duraderos casó a su hijo César Borgia con la hermana del rey de Navarra, Catalina de Albret con el objetivo de contrarrestar el peligro que suponía una hegemonía hispánica en Italia.
Alejandro VI intentó siempre mantener la neutralidad de cara al exterior. Si bien es cierto que tuvo que entablar una alianza con España cuando esta derrotó a los franceses en la batalla de Ceriñola en Nápoles el 21 de abril de 1503.
Por su alianza con España como su país natal y precisamente para mantener la fidelidad y el apoyo de esta nombró a cinco cardenales valencianos y catalanes de los nueve purpurados del Colegio Cardenalicio.
Alejandro VI murió el 18 de agosto de 1503, en extrañas circunstancias, posiblemente envenenado. Sepultaron entonces su cuerpo en Santa María de Montserrat (Roma) junto al de su tío Calixto III.
Legado de Alejando VI
La figura de Alejandro VI no pasó desapercibida por España, pues fue considerado un papa muy relevante por su intenso trabajo en alianzas y concesiones. Ya siendo cardenal apoyó a los Reyes Católicos y legitimó tierras americanas descubiertas en la evangelización de los nativos. Ambas acciones dieron cuenta de su intenso interés por los aspectos políticos e internacionales. Cabe nombrar también el Tratado de Tordesillas (1494). Y aunque no pudo finalmente comentar la reforma de la Iglesia que se esperaba, supo abrir la puerta a África y comenzar a entablar relaciones.